REFLEXIONES PARA EL ALMA: DE JOSE LUIS PRIETO
Historias
de vida, pensamientos para enfrentar problemas, fortalecer el alma y
el espíritu, un dulce maná de reflexiones para hacer de la realidad
un sueño.
Maestra
y madre
Su
nombre es Silvia, maestra de 5º grado, el primer día de clase lo
inició diciendo a los niños una mentira.
Ella
miró a sus alumnos y les dijo: Los quiero a todos por igual.
Pero
ahí en la primera fila, desparramado sobre su asiento, estaba
Carlitos.
Silvia
había observado a Carlitos desde el año anterior, había notado que
era diferente a los demás niños, no jugaba, su ropa estaba siempre
descuidada y por su aspecto necesitaba darse un buen baño.
Carlitos
comenzó a ser desagradable, la maestra comenzó a marginarlo y al
más pequeño error en sus tareas, sin contemplación lo corregía.
En
la escuela había una norma. Los maestros debían revisar el
historial de cada uno de sus alumnos, pero Silvia dejó el expediente
de Carlitos para el final. Cuando lo revisó, se llevó una gran
sorpresa. La maestra de primer grado había escrito: Carlitos, es un
niño muy brillante con una sonrisa sin igual. Hace su trabajo de
manera eficiente y tiene muy buenos modales, es un placer tenerlo en
clase.
Su
maestra de segundo grado escribió: Carlitos, es un excelente
estudiante, se lleva muy bien con sus compañeros, pero se le nota
preocupado y triste por la grave enfermedad que está sufriendo su
madre. Creo que debe ser muy difícil, para un niño de su edad.
La
maestra de tercer grado escribió: Su madre ha muerto, ha sido muy
duro para él, se esfuerza en hacer lo mejor, pero su padre no
muestra mucho interés, considero que se deberían tomar ciertas
medidas para que no afecte al desarrollo del niño y a su carácter.
Su
profesora de cuarto grado escribió: Carlitos se encuentra atrasado
con respecto a sus compañeros y no muestra mucho interés en la
escuela. No tiene muchos amigos y en ocasiones se duerme en clase.
Al
leer el expediente de Carlitos, Silvia se dio cuenta del mal que
estaba haciendo al marginar y no tratar con amor a un niño con un
problema tan grave y se sentía apenada y arrepentida por su actitud.
Pasó
poco tiempo y muy pronto llegaría la Navidad. Los alumnos, como de
costumbre, le trajeron sus regalos, envueltos en fino papel y grandes
lazos, excepto el de Carlitos. Su regalo estaba dentro de una bolsa
de papel.
A
Silvia le dio pánico abrir ese regalo en medio de los otros niños,
algunos se podían reír y otros se burlarían. Pero no tuvo más
remedio que hacerlo. Dentro de la bolsa había un viejo brazalete y
un frasco de perfume usado. Los niños empezaron a burlarse, pero
ella detuvo las burlas de los niños al exclamar lo precioso que era
aquel brazalete mientras se lo probaba y lo mucho que le gustaba el
perfume, mientras se ponía un poco en la mejilla.
Carlitos
se sorprendió de la actitud de la maestra y se quedó hasta que
todos se hubieran ido para decirle: Silvia, en el día de hoy usted
es como mi mamá.
Desde
ese día, ella dedicó tiempo y amor a ese niño, que un tiempo atrás
había dejado de lado.
Cuando
llegó el final del curso escolar, Carlitos se había convertido en
uno de los niños más aplicados de la clase. Por eso Silvia estaba
emocionada y muy contenta… Carlitos se había convertido en su
alumno más querido.
Un
año después, ella recibió una carta de Carlitos, diciéndole que
había sido la mejor maestra que había tenido en toda su vida.
Cuatro años después recibió otra carta, diciéndole que había
terminado sus estudios secundarios y que se graduaría con los más
altos honores y además que ella seguía siendo la mejor maestra que
había tenido en toda su vida.
Cuatro
años después recibió otra carta, en esta ocasión le contaba que
había terminado sus estudios en la Facultad de Derecho y repetía
los mismos textos que las anteriores, que seguía siendo la mejor
maestra que había tenido y su favorita. Además le conto que su
padre había fallecido y también que iba a casarse. Le preguntó si
le gustaría ocupar en su boda el lugar que normalmente es reservado
para la madre del novio y Silvia aceptó.
El
día de la boda, se presentó vestida como una reina, con el viejo
brazalete en su muñeca y perfumada con el recuerdo que conservaba,
desde aquella Navidad. Carlitos emocionado la abrazó, le dio un beso
y le susurró al oído: Gracias Silvia por creer en mí, gracias por
haberme hecho sentir la diferencia y por ayudarme en el momento más
difícil de mi vida.
Silvia
con lágrimas en los ojos, le dijo: Te equivocas tú fuiste el que me
enseñó a mí, cuando te conocí entendí que no se puede ser una
maestra sin el sentimiento de una madre.
“Los
Ángeles son los que levantan nuestros pies de la tierra, cuando
nuestras alas han olvidado cómo volar”
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