Todos los días 25 de cada mes en San Nicolas, se convocó a un grupo voluntario de
Misioneros de diversos lugares del país, felizmente, por iniciativa de los
propios laicos presentes en las reuniones, fueron grabadas las charlas que se
dieron. Hoy contamos con esta catequesis que nos disponemos a ofrecer aquí a modo
de entregas semanales para todos, peregrinos en general y misioneros en
particular.
MARÍA, CONSAGRADA
Lc. 1, 37
María del Rosario
de San Nicolás nos dice en sus mensajes mi “sí” al Señor fue un “sí” de
completa entrega, un “sí” dicho con toda mi voluntad y un total amor al
Espíritu Santo. La consagración a mi Corazón de Madre hará que sean fieles al
Señor, porque Yo los conduciré a Él. Mi Luz, quitara toda oscuridad y ayudara a
caminar el Camino que el Señor, ha establecido.
Velo por todos
los hijos desde la Cruz de mi Hijo, es esa Mi Misión, solo espero que
verdaderamente confíen en Mi. Os pido oración porque la oración es reparadora,
consuela y anima el espíritu, orando estáis cerca del Señor. Dejad que Él llene
vuestra vida y estaréis a salvo para siempre, no abandonéis la fe en Dios, debe
estar siempre como una brasa candente, conservadla para que no se apague.
Nuestra Madre
Santísima, continuamente nos invita a la conversión y al crecimiento de la vida
espiritual. En San Nicolás nos anuncia dos grandes temas: la Consagración a Su
Sagrado Corazón y la Misión en favor de nuestro hermano. Ambos tienen en Ella
el modelo perfecto para imitar y seguir.
María concreta su
Consagración y se adhiere en fe al Plan de Dios con un “si” total y absoluto
que tiene tres Momentos. El primer “Sí”, raíz y punto de partida es el que da a
Dios Padre en Nazareth. Bastó que ella lo pronunciara para que el Verbo se
hiciera carne y el Espíritu Santo produjera en su seno virginal al Hijo de
Dios; el segundo “Sí” es el momento de la Cruz que da lugar a su real
Maternidad Universal por cuya mediación nos llega la gracia de la filiación
divina. Y el tercer “Sí” es en Jerusalén cuando María y los apóstoles reciben
el Espíritu Santo don por excelencia de la Pascua y así pueden cumplir el
último y definitivo tramo de la acción de Jesús: La Misión.
Estos tres “si”
que María da: al Padre en Nazareth a Cristo en la Cruz y al Espíritu Santo en
Jerusalén abarcan toda su Consagración y nosotros consagrados a su Sagrado
Corazón también estamos llamados a pronunciarlos. En el Bautismo por medio de
nuestros padrinos dimos nuestro “si” al Padre que luego reiteramos personal y
cotidianamente diciéndole “hágase su voluntad”, nuestro “sí” redentor nos une a
Jesús en la misión que nos encomienda para la que en primer lugar le ofrecemos
nuestra vida hasta la inmolación, que es clave de la misión. Porque no hay
Redención sin derramamiento de sangre, Jesús nos da el derecho de deber su
cáliz en la enfermedad, dificultades, tribulaciones, incomprensiones, y en todo
aquello que Dios permite para nuestra purificación, reparación de los pecados
de mundo y redención de todos los hombres. De ese modo, misteriosamente,
contribuimos a la acción redentora y finalmente el “si” apostólico cuando
nuestro propio y legitimo interés de crecimiento espiritual nos lleva a
nutrirnos de Dios y unirnos a Él para
brindar nuestra vida, tratando de dar a los hermanos el fruto de lo que hemos
vivido y tenemos adentro, alimentando esa acción apostólica con el ofrecimiento
de nuestro dolor que juntamente con la Oración es fuente de gracias muy grande.
Cada día podemos vivir esta triple faceta del itinerario de Consagración en el
“si” bautismal, el “sí” redentor y el “sí” apostólico. En San Nicolás, María se
nos manifiesta y nos muestra su corazón que lo abre y nos invita a entrar en
él. Quien es dócil se deja conducir por Ella, docilidad, obediencia, confianza,
continua Oración son claves para nuestra Consagración y cuanto mayor sea la
entrega de nuestro corazón y abandono total en sus manos, de nuestra libertad y
nuestras dudas tanto mas sabiamente podrá actuar Ella.
El amor es
paradigma evangelizador porque testimonia a los demás el amor que le tenemos a
Dios. No puede ser testigo el que solo se preocupa por si mismo y no busca el
bien y salvación de los demás. Aquel que se dispone a ser discípulo de Cristo,
tiene que renunciarse y cargar con la cruz y seguirlo. El Señor resucitado por
medio de la Virgen nos ofrece un horizonte de Esperanza anunciando el triunfo
glorioso de su Corazón en los corazones de sus hijos. En la medida en que
crezca ese triunfo la humanidad será reintegrada y habrá cielos y tierras
nuevas.
Mensaje 275: “¡Oh Madre!
Quiero Consagrarme a Ti. Virgen María hoy Consagro mi vida a Ti. Siento
necesidad constante de tu presencia en mi vida, para que me protejas, me guíes y
me consueles. Sé que en Ti mi alma encontrara reposo y la angustia en mí no
entrara, mi derrota se convertirá en victoria, mi fatiga en Ti fortaleza es.” Amen
A todos mis hijos
que se Consagren a vuestra Madre, os digo: Mi corazón recibe gozoso esa
entrega, ese amor que ofrecéis porque son almas que se salvan de las garras del
mal mereciendo la Gloria Eterna, la Gloria del Señor, Amén, Amén. Dadlo a
conocer y que esto sea meditado quiera Dios iluminar vuestros espíritus para
que lleguen a comprender el valor de la Consagración.
Mensaje 1042: Querida mía,
hablo a mis amados hijos, sacerdotes, religiosas y consagrados. Mucho necesito
la Oración de todos ellos, mucho Necesito el amor de todos ellos. Deben llevar
una vida ejemplar y sacrificada, una vida entregada y humilde. Deben obrar de
manera que Dios, siempre habite en ellos y no se verán por Él, jamás
abandonados. Las almas necesitan de las almas y todas ellas necesitan de Dios.
Gloria a Él, por todos los siglos.
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