Durante
10 años, todos los días 25 de cada mes en San
Nicolás, se convoco a un grupo voluntario de Misioneros de diversos
lugares del país, felizmente, por iniciativa de los propios laicos presentes en
las reuniones, fueron grabadas las charlas que se dieron. Hoy contamos con esta
catequesis que nos disponemos a ofrecer aquí a modo de entregas semanales para
todos, peregrinos en general y misioneros en particular.
MARIA
EN LA SANTISIMA TRINIDAD
Lc.
1, 28 30, 35.
La Virgen nos llama a identificarnos
fuertemente con el Padre desde una conversión continua que nos haga gustar el
germen de la santidad y a la vez ser su signo ante los demás con el amor, la
caridad, y la común-unión entre nosotros. Para ratificar y fortalecer nuestra
inserción trinitaria en unión con Jesús, nos invita a volcarnos fuerte y
vivamente en la Eucaristía, supremo modo de su permanencia entre nosotros. Para
ello será fundamental participar en la Santa Misa, visitar y adorar al Santísimo
en el Sagrario; noches de oración y todo lo que sea en orden a centrar nuestra
vida en Jesús Sacramentado, donde esta presente para ser nuestro alimento y el
interlocutor de cada instante. Lo que no arreglamos junto al Sagrario no tiene
arreglo. Ahí se dan respuestas muy especiales porque el Señor esta para que lo
busquemos, adoremos y dialoguemos con Él. La oración eucarística tiene un poder
muy grande en todo ámbito por eso tenemos que hacer experiencia continuada de
adoración al Santísimo. Nuestra incorporación a Cristo debe ser esencial y
plena en la vida de la Iglesia, estamos convocados a desplegar una actividad
misionera que nos integre efectiva y afectivamente en ella, como un llamado
personal que contagie el gozo profundo del jubileo para que los que están
vacíos se llenen de él. Estaríamos ante un Gran Adviento para preparar el Reino
con profunda e intensa oración, conversión creciente y búsqueda de virtudes
cristianas. Es un año para rehabilitar nuestro “sí” a Dios. Cristo quiere
transformar nuestra vida en la suya como lo hizo en María que permitió que se
insertara en su corazón, en su vida y en su seno. Y así, como Ella, también lo
entreguemos en todo lo que significa la caridad en sus múltiples
manifestaciones. Es necesario vivir fuertemente la Reconciliación y la
Eucaristía que siempre han marcado en nuestra vida puntos importantísimos de
encuentro con Dios. En la Consagración a María tenemos el gran camino de
pequeñez interior, abandono y confianza que nos permitirá vivir este misterio
de santificación y asimilación a Jesucristo. Acá en San Nicolás Jesús dice:
“Días gloriosos os esperan”. Todo va indicando que los fuertes dolores de este
momento y los que vendrán son purificadores y redentores, porque el Señor que
esta actuando siempre cristificandonos sigue redimiendo en nosotros; no hay
tribulación que escape al designio divino. Por eso, aun en las mayores
adversidades tenemos que sustentarnos en la Esperanza y certeza del triunfo del
Señor que ya es nuestro, para que ninguna desventura nos someta a las garras
del desanimo, acobardamiento o pusilanimidad. La fe y la Esperanza han de serlo
habitual porque Cristo victorioso nos esta sosteniendo en todo momento con su
gracia redentora. Murió y resucito para nosotros, no estamos solos, no estamos sin
timón Jesús esta conduciendo nuestra historia. Adviento, Año Jubilar,
Conversión, Oración continua, Santidad, Esperanza y Acción Misionera es lo que
tenemos que desarrollar y seguir fortaleciendo. Cuando nos ponemos a trabajar
en la Obra de Dios o de la Virgen, Ellos comienzan a trabajar en nosotros, a
rasquetear nuestras vidas, es doloroso pero de este modo nos impiden la vanidad
y dan las pautas de crecimiento que saben que necesitamos. Esa incomodidad es
esencial para la fecundidad de la tarea misionera, Jesús fue misionero por
sobre todo momento en la Cruz cuando callo y dejo de hablar porque ya no había
necesidad de palabras. La vida, la sangre, la oblación plena era la mayor
palabra, allí dio su “sí” al Padre de un modo absoluto.
Mensaje
1219
La
voluntad de los hombres, no es la voluntad de Dios. El que ama al Señor, el que
cumple con el Señor es atacado por Satanás. No vacile el corazón amante de
Dios. Amén
Mensaje 1569
Mi
Corazón de Madre, clama por el amor de sus hijos, hacia la Santísima Trinidad.
Dios Padre: Poder y Amor. El Hijo: Amor con sed de amor. En la Santísima
Trinidad se muestra perfectamente el Amor de Dios, por las almas. ¡La Santísima
Trinidad, cuantas veces rechazada y negada! Caminad bajo Su Esplendor que
refleja tanto amor. Gloria al Señor. Predícalo. Hija, los Santos, son la Espada
del amor de Cristo; luchan con Amor y por Amor.
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