Todos
los días 25 de cada mes en San Nicolás,
se convoco a un grupo voluntario de Misioneros de diversos lugares del país,
felizmente, por iniciativa de los propios laicos presentes en las reuniones,
fueron grabadas las charlas que se dieron. Hoy contamos con esta catequesis que
nos disponemos a ofrecer aquí a modo de entregas semanales para todos,
peregrinos en general y misioneros en particular.
El
niño por nacer
-
“Quien recibe al más pequeño me recibe a mí.”
-
“¡Ay de aquel que escandalizare a los pequeños!.”
-
“El que no se haga como un niño no entrará en el reino de cielos.”
Contemplo
la vida que amanece en el jardín de un vientre florecido deseando descubrir el
tiempo y sus caminos, el amor y sus pétalos, la cruz y su misterio. Es el
sagrado relicario del seno maternal. Es el recinto donde el calor de la sangre
va formando al niño por nacer.
Qué
grande es la belleza de la vida que desde el seno busca la experiencia del sol
en el amanecer del parto; en el ingreso a la historia de los hombres en una
secreta misión que le será entregada como fecunda tarea . El niño por nacer
está dormido pero vive.
Está
en silencio pero habla en los movimientos de su cuerpo y de su corazón que se
dispone al amor. Desconoce la luz pero ilumina desde el seno que lo acuna. No
sabe preguntar pero es respuesta que se dispone a entregarse a los hambrientos
de la verdad. No sabe leer pero descubre en misteriosa sintonía el amor y el
dolor de su madre. No sabe de la existencia humana pero aspira a vivirla
soñando que nadie se lo impida. No sabe defenderse y clama con las voces de
socorro cuando se siente amenazado. No sabe pero sabe. No conoce pero quiere.
No pregunta pero espera.
El
niño aguarda la mañana del día grande en que verá la luz y podrá respirar el aire puro; beber la leche de su madre;
parpadear ante los rayos del sol que lo
iluminan; sonreir con ternura a quien
venga por él hasta su casa. En estado embrionario y creciendo en sus alas, cada
día el feto ya es persona y reclama en sus latidos todos los derechos del
hombre, en el sustento apropiado, la defensa que sólo sería incapaz de lograr,
la confianza en el amor de su madre y de su padre, como también de sus
hermanos.
Ese
gran ramillete de personas ha buscado la cuna, ha dispuesto los espacios y
busca ayuda en los amigos con quienes quiere compartir la riqueza del niño.
Éste nos trae la ilusión de vivir la alegría del alma porque viene a querernos
como hermanos y nos pide tratarlo como infante cuando al llegar, nos ofrece ser
el nuevo hermano del hombre en nuestra historia . María encendió la salvación
en el parto de su hijo Jesús y cada niño que nace es viviente prolongación de
ese anuncio de salvación.
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