Todos
los días 25 de cada mes en San Nicolás,
se convoco a un grupo voluntario de Misioneros de diversos lugares del país,
felizmente, por iniciativa de los propios laicos presentes en las reuniones,
fueron grabadas las charlas que se dieron. Hoy contamos con esta catequesis que
nos disponemos a ofrecer aquí a modo de entregas semanales para todos,
peregrinos en general y misioneros en particular.
“Yo
he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia.”
“Soy
el camino, la verdad y la vida.”
“Nadie
tiene mayor amor que aquel que da la vida por sus amigos.”
Dios
no tenía necesidad de crearnos, Él vive desde siempre y por toda la eternidad y
su vida es infinitamente feliz.
En
su divino proyecto decidió desde toda la eternidad,desde siempre, nuestra
creación.Lo hizo por puro amor de Padre para ser posible que una multitud de
creaturas creadas por Él a imagen y semejanza suya, fueran eternamente felices.
Dios
es la vida y la comunica a quienes quiere. Nadie la puede merecer desde el
momento en que no existe para poderla desear. El amor de Dios es gratuito; nos
ama porque Dios solo sabe amar… y nos quiere hacer partícipes del gozo de vivir
dando al hombre la posibilidad de recrear nuevos hijos como instrumentos del
acto divino creador.
La
vida, supremo regalo de Dios al hombre, es enriquecida inmensamente cuando Él
através de Jesucristo decide hacernos hijos suyos.
La
suprema dignidad de la vida humana consiste en que el hombre y la mujer hayan
sido transformados en hijos de Dios a través del bautismo, fruto de la
redención de Jesús.
La
vida es un don y la vida de gracia por la cual llamamos Padre a Dios es un
maravilloso don.
No
nos alcanzará la eternidad para agradecer a Dios el don de la vida que
recibimos a través de nuestros padres y la riqueza de ser sus hijos.
De
allí la enorme responsabilidad que nos cabe de cuidar celosamente el don de la
vida. No sólo debemos cuidar la propia vida sino la de todos los hombres,
hermanados en la raza humana y en la familia de Jesús.
La
tarea de amar nuestra vida se nos impone como necesaria respuesta a quien nos
creó por amor. Cuidar la vida es aceptarla como un don, hacerla crecer en todos
los aspectos de la existencia humana y
lograr que como una semilla llamada a germinar, se ponga al servicio de todos
los hermanos.
Si
amamos nuestra vida, amamos la del prójimo y le prestamos el servicio que
necesite. También nosotros recibimos de cada hermano y del conjunto de ellos
los servicios que necesitamos para vivir.
La
vida humana comienza desde el inicio de su gestación en el seno materno y desde
allí se convierte en algo “sagrado” que debe ser cuidado y defendido
escrupulosamente.
La
vida está llamada a crecer en cada persona y ello supone velar por su
alimentación, seguridad, educación, integración en la sociedad, formación en
todos los aspectos, partiendo siempre de la dignidad humana particularmente
enaltecida desde el momento en que el hombre es llamado a ser el Hijo de Dios.
De allí la necesidad de una profunda formación religiosa que haga conciente al
hombre desde la niñez de la necesidad de cultivar su relación con elSeñor .
La
vida concluye sólo cuando Dios lo dispone y no podemos adelantar la hora de la
muerte con una decisión humana por argumentada y fundamentada que parezca.
La
vida desde su comienzo hasta su fin es espacio sagrado que Dios habita.
En
este “Año de la Vida ”
que estamos iniciando será oportuno “revitalizar la conciencia” de que somos
seriamente responsables de animar su crecimiento, defender sus derechos, alejar
de la sociedad los peligros que la amenazan y dar incesantes gracias a Dios por
el inmenso regalo de la vida humana.
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