Durante 10 años, todos los
días 25 de cada mes en San Nicolás, se
convoco a un grupo voluntario de Misioneros de diversos lugares del país,
felizmente, por iniciativa de los propios laicos presentes en las reuniones,
fueron grabadas las charlas que se dieron. Hoy contamos con esta catequesis que
nos disponemos a ofrecer aquí a modo de entregas semanales para todos,
peregrinos en general y misioneros en particular.
Búsqueda
y encuentro de Dios Pbro. Carlos A. Pérez
"Buscad al Señor y
encontradlo", son dos actitudes del hombre: la búsqueda y el encuentro. El
encuentro es un don que Él nos da, un regalo. Pero el buscarlo es un regalo que
nosotros le hacemos a Dios, con su gracia; buscarlo sin cesar. Pecamos por
torpeza, porque no lo vemos a Dios; nacimos para ver a Dios y no lo vemos.
Cuando uno hace un viaje, es legítimo aspirar a llegar, y también imaginarse el
lugar; yo no lo conozco pero me han contado, he leído. Imagino gozarlo, y esto
ayuda mucho en la vida espiritual a que no nos aferremos a la tierra porque con
gran facilidad tendemos en el camino del cielo a metemos en espacios cómodos
que nos da la imagen del cielo, de un cielo que no es, de un cielo que es
ficticio. En las tentaciones del desierto, después que Jesús vivió el cielo
realmente en relación con su Padre Dios, cuarenta días, baja del monte, y el
demonio le ofrece un cielo totalmente distinto del que Jesús conoce. “Aléjate
de mi Satanás”. Por eso digo, la tendencia del corazón a descansar en las cosas
de la tierra, es muy humana, muy común, máxime por nuestra condición de
pecadores.
Muchas veces se nos achica
la mira un poco; no importa hay que volverla a levantar, la meta es Dios, es el
cielo, el cielo es Dios y como Dios está en mí y yo estoy en Él, ya estoy en el
Cielo. Pero falta verlo; como dice san Pablo falta ver lo que seremos y falta
ver la manifestación de lo que ya somos. hijos de Dios y herederos de la
gloria.
Entonces, pensemos mucho
en el cielo. Cuando el viaje se hace pesado, el asiento es duro, las gomas se
rompen y el motor no funciona, aun mas no vemos la hora de llegar; en ese
sentido cuando el dolor en la tierra es grande nos hace esperar más el cielo.
Pero aunque no haya dolores y sufrimientos, sepamos que aquello es lo
infinitamente perfecto por eso tengamos presente esto: cuánto nos va a ayudar
en la tierra, pensar, gozar, desear y disfrutar ya anticipadamente el cielo
eterno que se nos ofrece. Vivir maravillándonos de Dios es lo que dice la Virgen con el canto del
magnificat. Sufriendo con humildad y en actitud penitencial, reparadora, y
redentora; yo sufro en mí, lo que todavía falta a la Pasión de Cristo, por mis
pecados, por los pecados ajenos, para reparar al Corazón de Cristo y de María,
impulsado por el Espíritu sufro voluntariamente, libremente para reparar, para
redimir, para alabar. Nuestra conciencia de pecadores nos hace humildes y nos
lleva a descubrir la infinita misericordia de Jesús, y nos hace comprensivos
con los demás. Santa Teresita que no cometió un pecado mortal tenía una gran
conciencia de pecadora y eso la hacía profundamente comprensiva de los demás.
Pedir el conocimiento a Dios, el conocimiento de ser pecador, y la compunción
que es un dolor profundo por esa realidad de pecado que me toca de cerca. San
Benito habla de la compunción, es un dolor profundo del corazón que
humildemente se duele de haber ofendido a Dios y un profundo amor a Jesús. Pedir
el conocimiento de ser pecador, la profunda compunción del corazón y un
profundo amor a Jesús Misericordioso. En esa pequeñez real, cuando me siento
pobre, pequeño, los demás a veces me creen a mí un santo y yo soy consciente de
mi gran pequeñez. Jesús por nosotros, estaba haciendo la obra más importante de
la humanidad y encima lo golpeaban. Pensemos mucho en Jesús cuando nos pasan
cosas, porque Él las pasó todas. Las pasó con mucha mayor intensidad, las pasó
con mucho más amor del que yo pueda tener por Él. En los últimos tiempos,
cuando hay circunstancias de dolor en el presente, enseguida debemos pensar en
la persona de Jesús sufriendo, padeciendo, llorando y eso nos hace mucho bien
porque no será el discípulo más que el Maestro. En esa pequeñez real, entonces
entregarnos a la Madre ,
para que el Espíritu Santo en Ella, en el corazón misericordioso de María
engendre en nosotros a Jesús. Le entregué mi cruz y me dio su amor, podemos
decir. Todo lo que es motivo de sufrimiento se lo entregué y me capacitó para
amarlo. Para amar a1 Señor en el seguimiento de esa Cruz. Este es el lenguaje
del evangelio, este es el lenguaje de los apóstoles, este es el lenguaje de
Jesús, fuera de este lenguaje no hay salvación. Nuestra vida cristiana no se va
a dar fuera de este marco del que estamos hablando, cualquiera que diga algo
contrario a esto, nos dirá el apóstol Pablo en la carta a los Gálatas, no es de
Dios. Así fuera un ángel que se les aparece. Vamos a tener muchas voces que van
a querer disminuir el valor de esto que estamos diciendo.
En orden al tema de la
misericordia, Sor Faustina y Teresita del Niño Jesús, son dos santos que
enseñan a entender lo que es la misericordia del Señor captado y vivenciado por
ellas. Y…el Evangelio, Pedro, el hijo prodigo, la oveja perdida, Mt. 18 12-14
Lc. 7 36-50. El camino de vuelta es el reconocimiento de nuestra condición de
pecadores pero sabiendo que nos espera el inmenso amor del Padre. Es una vuelta
a la confianza y hasta la audacia. Ya no me presento por los méritos sino por
la confianza audaz en el Padre que me quiere y busca una relación de amor
eterna; en su vuelta el hijo prodigo, descubre un corazón infinitamente
poderoso y misericordioso, se produce un abrazo con ecos de eternidad, el
abrazo comienza en el tiempo pero durará eternamente, abrazo del corazón
profundamente arrepentido. Hay un explícito conocimiento de sí mismo, en el
hijo pródigo que dice: “Señor no soy digno de ser llamado hijo tuyo”; en el
publicano: “Señor, apiádate de mi que soy un pecador”, Pedro dice a Jesús:
aléjate de mi Señor, que soy un pecador, pero se arrodilla y le toma los pies
para que no se vaya. Aléjate de mí pero no te vayas, que haría sin vos. Se da
una relación de alabanza, de amor, de filiación, de gratitud, de dolor, de
súplica y el prodigo llega a la verdadera dimensión en la relación con los
demás. “Trátame como al último de tus jornaleros” porque se siente servidor de
los servidores y no merecedor de otra actitud. El padre le da todo: le da la
fiesta, el anillo, le devuelve todo porque al padre le importa la vida de su
hijo, pero el hijo es consciente de que no merece nada; de que estar sirviendo
a los servidores es un lujo. ¿Es esta nuestra actitud? La oración nos lleva a
la vida y al servicio humilde.
Reconciliarme con Dios es
una autoaceptación y paciente proceso de cambio y de progreso a Dios.
Reconciliarme con los hermanos es también la sincera aceptación de mis
hermanos, de sus límites, de sus pobrezas, de lo que me molesta, y en la vida
comunitaria esto es el pan nuestro de cada día. Sentirme en deuda de amor con
ellos, en la aceptación de ellos, en el perdón de como son, reaccionar siempre
amando, esto es difícil, reaccionar siempre amando.
Reconciliarme conmigo
mismo, centrarme en Dios. Perdonarme, yo se que Dios me perdona pero yo no me
perdono. Jesús no nos puede perdonar del todo si no nos perdonamos, ¿y qué
hacemos con aquellos que no nos perdonan? La respuesta es rezar mucho por
ellos, quererlos mucho y no dejar en el corazón ninguna puerta cerrada para que
puedan entrar. No los juzguen ni condenen, ámenlos.
La conversión es expresión
de amor y es exigencia de amor porque el convertido, elige estar al servicio de
los demás le da a todo el que le pide y ve a Jesús en los otros; llora con los
que lloran, ríe con los que ríen, debemos descubrirnos hermanos como regalo
recíproco y buscar la unidad como supremo modo y expresión del amor. Termino
con una expresión de Juan Pablo II de T.M.A.: “La conversión, nos lleva al Sacramento
de la penitencia.”
El sentido del camino al
Padre, es lo que esa conversión va marcando como idea madre y es que todos en
adhesión a Cristo Redentor deben vivir en un camino de autentica conversión. El
aspecto negativo de la conversión es la liberación del pecado. El aspecto
positivo, dice el Papa, elegir el bien manifestado en los valores éticos de la
ley natural y el evangelio. Este es el contexto adecuado para descubrir y
celebrar el sacramento de la penitencia o reconciliación.
Liberarnos del pecado y
elegir el bien manifestado en los valores éticos de la ley natural y del
evangelio. El anuncio de esta conversión como exigencia imprescindible del amor
cristiano, es particularmente importante en la sociedad actual donde parecen
desvanecerse los fundamentos éticos de la existencia humana. Los fundamentos
éticos desaparecen, lo que decíamos hoy, no hay normas claras, todo es de
acuerdo a las ganas que tengamos de funcionar. Recalcar la virtud teologal de
la caridad, recordar lo de Juan: “Dios es amor”. La caridad es amar a Dios y a
los hermanos, síntesis de la vida moral del cristiano. La conversión en
definitiva es una gran respuesta de amor.
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