Durante 10 años, todos los días 25 de cada
mes en San Nicolás, se convoco a un
grupo voluntario de Misioneros de diversos lugares del país, felizmente, por
iniciativa de los propios laicos presentes en las reuniones, fueron grabadas
las charlas que se dieron. Hoy contamos con esta catequesis que nos disponemos
a ofrecer aquí a modo de entregas semanales para todos, peregrinos en general y
misioneros en particular.
Durante 10 años, todos los días 25 de cada
mes en San Nicolás, se convoco a un
grupo voluntario de Misioneros de diversos lugares del país, felizmente, por
iniciativa de los propios laicos presentes en las reuniones, fueron grabadas
las charlas que se dieron. Hoy contamos con esta catequesis que nos disponemos
a ofrecer aquí a modo de entregas semanales para todos, peregrinos en general y
misioneros en particular.
El Corazón de Jesús
y de María
Reuniones mensuales de los Misioneros de la
Obra de Maria del Rosario de San Nicolas. Anexo II año 1997
Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y
la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la
madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: “Mujer,
aquí tienes a tu hijo”.
Luego dijo al discípulo: “Aquí tienes a tu
madre”. Y desde aquella hora, el discípulo lo recibió en su casa. (Juan 19,
25-27)
1- El
Corazón de Jesús y el Corazón de María -como decía San Juan Eudes- son un sólo
corazón. También se habla de la “Santa Unión de los Sagrados Corazones”, del
Corazón de Cristo y de María, queriendo significar que la devoción a un Corazón
nos lleva al otro.
Jesús es el Hijo de Dios; el Padre nos
envía a su Hijo y, luego enviará al Espíritu Santo. Jesús es el Hijo de Dios
que toma un cuerpo como el nuestro para divinizarnos. Como El es Hijo de Dios
también nosotros- por una misteriosa participación en su vida divina-somos
hechos hijos de Dios en el Hijo. El Cristo total- la Iglesia- implica esto: ser
constituidos en hijos de Dios en el Hijo, en Jesucristo.
Jesús es el Hijo de Dios y también de
María. No son dos personas, es una sola persona divina que tiene una naturaleza
humana obrada por el Espíritu Santo en el seno de María y tiene una naturaleza
divina. Por eso decimos que es Dios y es Hombre verdadero.
2- Jesús
es la suprema manifestación del Amor del Padre hacia nosotros. Esto lo dice
claramente la palabra de Dios: “Tanto amó Dios al mundo que nos envió a su
propio Hijo”. Dios, con una capacidad infinita de amor y de perdón, nos envía a
su propio Hijo para liberarnos, para rescatarnos del pecado. Y Jesús asume
entonces esa misión. Dice: “No vine a hacer mi voluntad, vine a hacer la
voluntad del Padre que me envió”. El tiene muy claro que es el Padre quien lo
envía y que lo envía para una misión. Refiriéndose a esa misión, Jesús dirá
después: “Con gran deseo he querido celebrar esta Pascua con ustedes”; porque
lo que más le interesa a Jesús, es hacer la voluntad del Padre y por eso
comulga con esa voluntad aún a costa del dolor tremendo que significará morir en
la Cruz. De qué modo Jesús se hará cumplidor de la misión del Padre, está
escrito en la carta a los Hebreos:” Se hizo obediente hasta la muerte y muerte
de cruz”. No hay otro camino que el de la obediencia hasta la muerte.
Cada uno de nosotros hemos heredado de Adán
el pecado de la soberbia y hemos heredado de Jesús la gracia y el don de la
humildad. Jesús dirá en el Evangelio: “Aprendan de mí que soy manso y humilde
de corazón” Esa obediencia hasta la muerte, y muerte de cruz Jesús la realizó
en su vida mortal , mientras anunciaba la Palabra, en una actitud de
mansedumbre y humildad. Esta humildad se pone de manifiesto en todo lo que El
hace pero, en primer lugar, en el hecho de que siendo Dios se anonadó, se hizo
nada , no mostró la grandeza de su poder divino. Es cierto que en sus milagros
se manifestaba este poder , pero en ellos no había un esplendor visible de su
grandeza divina. Se humilló, asumió nuestra condición de esclavos ocultando su
real grandeza, asumió nuestra condición en el servicio, en la muerte, en
aceptar por nosotros las humillaciones que le fueron llegando.
“He aquí el corazón que tanto amó a los
hombres....”le dirá Jesús a Santa Margarita María de Alacoque “... y de los
cuales solamente recibe ingratitud y menosprecio...”
3- El
Corazón de Cristo es el recinto del Amor, es allí donde descubriremos cuánto
nos ama Dios. Toda la riqueza del Amor del Padre está encerrada en el Corazón
de Cristo, en el amor de Cristo. Si uno descubre en el Evangelio cuánto y de
qué manera nos amó el Señor, veremos cuánto nos ama el Padre que nos ha creado.
“Quien me ve a Mí, ve al Padre”, dice Jesús. El Corazón de Cristo refleja
claramente la infinita riqueza del Amor del Padre. Por otro lado, es el Corazón
de Cristo el recinto también donde nosotros amamos al Padre. Si estamos
identificados con el Corazón de Cristo, si somos uno con Jesucristo, todo acto
nuestro de amor al Padre está unido al de Jesús. Es decir, nosotros en Cristo
hacemos constantemente actos de amor al Padre. Viviendo en el corazón de Cristo,
consagrados a El, estamos desde Cristo, con El y en El, amando y glorificando
al Padre. Entonces su corazón es el recinto donde captamos cuánto nos ama Dios
y desde el cual, con Cristo, glorificamos al Padre. Es también el recinto donde
nosotros vamos descubriéndonos solidariamente como hermanos, hijos del mismo
Padre, miembros del mismo Cuerpo. Por lo tanto necesariamente comprometidos en
el Amor de unos hacia otros.
4- El
Corazón de María: Ahora bien a este corazón de Cristo no lo podríamos
desprender del Corazón de María, ya que los dos laten juntos como un solo
corazón. De tal modo María, como madre, está unida con su Hijo, que
consagrándonos a Ella, inmediatamente somos trasladados por Ella misma al
Corazón de Cristo. Entonces nos consagramos a Cristo a través del Corazón de
María, y en este camino, Ella se nos presenta como modelo, ya que fue la
primera en vivir esta Consagración, al entregarse totalmente al servicio de su
Hijo; es maestra de nuestra fe y de nuestra vida... y nos va conduciendo por secretos
caminos al encuentro con Jesús. Si asumimos desde la fe y la fidelidad el
misterio de María, vamos a comprenderla guardándonos Ella en su Corazón;
dejándonos conducir por Ella, por el camino de la docilidad seremos llevados a
la imitación perfecta de Jesús. “Sean imitadores míos”... dice el Apóstol
Pablo.”... como yo lo soy de Cristo”. Esta frase la Virgen la dice de un modo
muy especial, ya que por no haber tenido pecado vivió siempre en un nivel
perfecto de unión con Jesucristo. Por lo tanto, introducirse en el Corazón de
la Virgen es descubrir a Jesucristo. Y si, introducirse en el corazón de Cristo
es descubrir al Padre, entregarnos al Corazón de María es ver, en un horizonte
grande, el Corazón de Cristo en toda su dimensión .Hay diferentes caminos para
llegar a Jesucristo, pero María es el más perfecto - dice San Luís María Gignon
de Monfort- el más corto, el más fácil y el más seguro. Es el más fácil no por
ser el menos exigente, sino porque es Ella la que lo recorre con nosotros, o
mejor es Ella la que nos lleva en sus brazos si es que no perdemos la pequeñez
interior, la capacidad de dejarnos llevar, dejarnos conducir sin pretender
desconocer los planes de Dios, y dejando que El nos muestre su Plan.
5- Nuestro
Corazón.
6- Mencioné
el Corazón de Cristo, el de María y en tercer lugar podemos referirnos al de
cada uno de nosotros. Nuestro corazón tiene que estar haciéndose, moldeándose
todos los días...y es el Espíritu Santo quien lo va transformando en un corazón
semejante al de Cristo a imitación de María. Es aquí donde reside la
importancia de la oración, como lo dice la Virgen en sus Mensajes. “A través de
la oración, viviremos la Consagración”.Como una esponja va absorbiendo agua
hasta que queda totalmente empapada, así la oración va permitiendo que Dios nos
absorba en su misterio y nos haga, cada vez más, plenamente El. “Ya no vivo
yo....” dice San Pablo...”es Cristo quien vive en mí”.
Cuando nuestro corazón está empapado en
Dios, solamente puede hablar de Dios, puede amar a Dios y convierte todo lo que
somos , todo lo que hacemos, lo que buscamos, lo que trabajamos en actos de
amor que se expresan de muchas maneras y no solamente con la oración vocal. En
el Cielo, contemplaremos eternamente al único Dios... y aquí en la tierra
tenemos que comenzar a vivir esta unión, con un corazón que transformado por el
Espíritu Santo en un corazón semejante al de Cristo, que todo lo que haga lo
realice por amor: cuando rece esté amando a Dios, cuando trabaje esté amando a
Dios, cuando esté en medio de los grandes problemas de la vida esté amando a
Dios. Esto es especialmente importante para los laicos que tienen la misión de
consagrar el mundo, de ser fermento allí donde estén y corren el peligro de que
el fermento se desvanezca, como dice el Evangelio, que la sal pierda su sabor,
que la mecha se apague. Para que esto no ocurra, debemos revalorizar
constantemente la gracia, el don de Dios en la vida sacramental y en la
oración, vivida cada momento.
7- La oración nos permite estar
enfervorizando continuamente nuestro corazón y nuestra vida a la luz de la
Palabra de Dios, a la luz de la Fe. El que reza nunca se desconsuela aunque
tenga momentos de desconsuelo; el corazón humano nunca entra en la desesperanza
aunque por momentos pierda la esperanza; nunca se deprime en serio aunque tenga
momentos depresivos; nunca pierde la paz aunque momentáneamente pierda la
tranquilidad. La oración nos está sanando permanentemente, nos está devolviendo
a Dios... y en la medida en que nos habituemos a rezar en todos los momentos de
nuestra vida, cada vez más, nuestro corazón va a buscar descansar en Dios, que
es el único que nos puede dar la verdadera respuesta a nuestra vocación de
hijos.
Por todo esto, es importante no perder la
hermosa oportunidad de concretar la Consagración a Jesús a través de María; de
cultivar la oración, la Eucaristía- como lugar privilegiado de la presencia de
Cristo; de cultivar el rezo del Rosario, los grupos de Oración y todo aquello
que nos va conduciendo a ser cada vez más fieles a nuestra vocación. Así como
el Padre encomienda al Hijo una misión, así el Hijo nos la encomienda a
nosotros:...”Como el Padre me envió, también yo los envío a ustedes....” dice
Jesús...”vayan por todas partes, anuncien el Evangelio...” pero esta misión
supone que nosotros estemos interiormente convencidos, persuadidos de aquello
que anunciamos.
Más tarde veo a la Santísima Virgen. Me
dice: Me dirijo a todos mis hijos: El Sagrado Corazón de Mi Hijo, quiere ser
consolado: mucho Amor hay en Él.
Sed conscientes del Gran Amor de Jesús, sed
conscientes de que ha llegado la hora en que los agravios a Su Corazón, deben
ser reparados.
Ha llegado la hora de que comprendáis que
muy Grande es la Gracia, para que la dejéis escapar. Podéis retenerla, si sois
generosos, si hay humildad, caridad y capacidad de amar en vuestros corazones. Si
hay verdadero amor a Dios, hay verdadera entrega a Dios, Las Glorias sean a Él.
Predícalo. 2-6-89 – Mensaje 1666
Hija mía, ora, para que el Nombre de Jesús,
sea amado y respetado. ¡Son tantos los que no lo aman, los que lo ofenden! Sigo
llamando a los corazones, aun a los ateos. Hay en Mi Corazón un intenso Amor.
¡Hay en Mi Corazón, una llama de Amor tan Ardiente, para mis hijos! A través de
tí quiero llegar a ellos, a través de tí, quiero introducirme en sus corazones.
Sea por siempre Glorificado el Nombre de Dios. Hazlo conocer a todos tus
hermanos. 12-12-89 – Mensaje 1766http://www.virgen-de-san-nicolas.org/mnu_catequesis.asp
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