Jesús está “siempre” Víctor Fernández. (05/06/12)
Jesús, después de su resurrección, citó a sus Apóstoles
en un monte y allí se hizo presente. Ellos lo adoraron, por que reconocían en Jesús su presencia
divina. Pero Jesús los había reunido para encomendarles una misión. Él se acercaba
más a los Apóstoles para mostrarles que no solo quiere que lo adoren, sino que
se unan a él en la intimidad. Pero también quiere hacerles notar que esa
experiencia no debe quedar encerrada en ese pequeño grupo, sino que debe ser
comunicada a todos. Por eso los envía para que todos los hombres lleguen a ser
sus discípulos a partir del bautismo y de la enseñanza de su palabra. Jesús no
hace ninguna promesa, no ofrece ningún premio o recompensa por el cumplimiento
de esa misión, porque, en realidad, el mejor regalo es su presencia entre ellos.
Los Apóstoles deben descubrir que ya no será necesario citarlos en ese monte para
que puedan encontrarse con él; deben descubrir la misteriosa presencia de Jesús
con ellos, que es permanente e ininterrumpida. Jesús los invita a realizar la
misión que él les encomienda viviéndola en su presencia: “Yo estaré siempre con
ustedes hasta el fin del mundo”. La promesa es “siempre”. Ya no habrá momentos
vacíos, porque él es fiel, él nunca está ausente, nunca deja de ofrecerse como
amigo y fortaleza de nuestras vidas. Y “hasta el fin del mundo”, porque tampoco
habrá una época en la cual Jesús no esté presente. Él es el Señor del tiempo y
de la historia, y no nos salva sacándoos de nuestro mundo y de la historia que
nos toca vivir, sino entrando en nuestra historia para purificarla, para
iluminarla, para salvarla.
El
mensaje de la liturgia: Vayan… yo estaré con ustedes
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