QUIERE A MI MADRE
Querido amigo: Hoy, cuando ya Mayo se está acabando, quiero hablarte un poco de Mi Madre María, y también Madre tuya. Mira, yo soy el Hijo de Dios y de María, la amo como te podrás imaginar, la pongo como ejemplo para todo, y como camino seguro para llegar a Dios, pero debo confesarte una cosa de Amigo a amigo: son tantas las cosas que diría de mi Madre que no se por donde empezar, ni qué destacar más, ni que detalle resaltar. Sí, me cuesta trabajo hablar de Mi Madre por la quiero tanto que me faltan palabras. Y no olvido que soy La Palabra, el Verbo de Dios. Por eso lo que se me he ocurrido es decirte desde el principio: QUIERE A MI MADRE. Y dejar que sean otros los que hablen de ella. Te ofrezco hoy cosas muy bonitas que amigos Míos enamorados de Ella dijeron con sus mejores palabras. A Mí me da un poco de rubor cantar a Mi Madre, por eso dejo que sean otros los que lo hagan. Lee y medita atentamente lo que de Ella dice mi querido Francisco de Asís, y dile después con todo el corazón: Madre mía, te quiero:
«Salve, Señora, santa Reina, santa Madre de Dios, María, que eres Virgen hecha Iglesia y elegida por el santísimo Padre del cielo, a la cual consagró Él con su santísimo amado Hijo y el Espíritu Santo Paráclito, en la cual estuvo y está toda la plenitud de la gracia y todo bien» (San Francisco, Saludo a la B.V. María).
«Santa Virgen María, no ha nacido en el mundo ninguna semejante a ti entre las mujeres, hija y esclava del altísimo y sumo Rey, el Padre celestial, Madre de nuestro santísimo Señor Jesucristo, esposa del Espíritu Santo: ruega por nosotros... ante tu santísimo amado Hijo, Señor y maestro» (San Francisco, Antífona del Oficio de la Pasión).
«Francisco rodeaba de amor indecible a la Madre de Jesús, por haber hecho hermano nuestro al Señor de la majestad. Le tributaba peculiares alabanzas, le multiplicaba oraciones, le ofrecía afectos, tantos y tales como no puede expresar lengua humana» (2 Cel 198). «Francisco amaba con indecible afecto a la Madre del Señor Jesús, por ser ella la que ha convertido en hermano nuestro al Señor de la majestad y por haber nosotros alcanzado misericordia mediante ella. Después de Cristo, depositaba principalmente en la misma su confianza; por eso la constituyó abogada suya y de todos sus hermanos» (LM 9,3).
«El misterio de la maternidad divina eleva a María sobre todas las demás criaturas y la coloca en una relación vital única con la santísima Trinidad. María lo recibió todo de Dios. Francisco lo comprende muy claramente. Jamás brota de sus labios una alabanza de María que no sea al mismo tiempo alabanza de Dios, uno y trino, que la escogió con preferencia a toda otra criatura y la colmó de gracia». «Puesto que la encarnación del Hijo de Dios constituía el fundamento de toda la vida espiritual de Francisco, y a lo largo de su vida se esforzó con toda diligencia en seguir en todo las huellas del Verbo encarnado, debía mostrar un amor agradecido a la mujer que no sólo nos trajo a Dios en forma humana, sino que hizo "hermano nuestro al Señor de la majestad"» (K. Esser).
«El intenso amor a Cristo-Hombre, tal como lo practicó San Francisco y como lo dejó en herencia a su Orden, no podía dejar de alcanzar a María Santísima. Las razones del corazón católico y de la caballerosidad de San Francisco lo llevaban al amor encendido de la Madre de Dios... San Francisco cultivó con esmero y con toda su intensidad el servicio a la Virgen Santísima dentro de los moldes caballerescos y condicionado a su concepto y a su práctica de la pobreza. Nada más conmovedor y delicado en la vida de este santo que la fuerte y al mismo tiempo dulce y suave devoción a la Madre de Dios» (C. Koser).
Ante esta bella imagen, en la que Yo duermo en los brazos de mi Madre, canta y contempla, como esos ángeles, y sencillamente dile: GRACIAS MARIA POR HABER TENIDO LA GRAN GENEROSIDAD DE DECIR QUE SI A DIOS, Y HABER CUIDADO DE JESÚS HASTA EL FINAL.
Tu amigo Jesús
Por la trascripción
Juan García Inza
Juan García Inza
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