Me quedé contigo para siempre
Ya lo había anunciado a mis discípulos, pero ellos no terminaban de comprender. Me tenía que marchar con el Padre, pero deseaba ardientemente quedarme en mi Iglesia, en esa Familia que acababa de nacer para hacer presente el Reino de salvación, de luz, de paz, de alegría, de la justicia, de la caridad… entre los hombres. Y como Dios que soy "inventé" el medio para conseguirlo. Pensé en la Eucaristía, en el Pan convertido en Cuerpo Mío y en el vino convertido en Mi Sangre. Quise dejar en el mundo el modo de hacer posible mi presencia permanente, y así instituí el Sacramento de la Eucaristía, que habría de hacerse realidad en el sacrificio de la Misa celebrada por el sacerdote. Y le di a mis ministros ese poder que nadie tiene en el mundo, y el mandato de que lo trasmitieran a todos los que llamase al sacerdocio. Y desde entonces ESTOY CON VOSOTROS allí donde se celebre la Santa Misa, o en donde haya un Sagrario convertido en mi pequeña casa.
Es una presencia real y humilde, grande y sencilla al mismo tiempo, pero así es siempre la presencia de Dios. No pienses en acciones deslumbrantes y espectaculares. Lo que quiero es que cuentes con Migo, que vengas a Mí, y me hables, y me acompañes, y celebres mi presencia y me comas… Es mi permanente lección de amor. La Eucaristía es el Sacramento de la fe, el Misterio maravilloso que nos mantiene cerca de los dos. Y Yo te invito a que te sientes a mi mesa y comas de mi Pan.
Quiero ofrecerte para que medites algunas de las muchas cosas que sobre la Eucaristía se han dicho. En primer lugar un filósofo ya clásico que mantenía su fe un poco a escondidas, pero que la sentía en su corazón:
EUCARISTÍA
Amor de Ti nos quema, blanco cuerpo;
amor que es hambre, amor de las entrañas;
hambre de la Palabra creadora
que se hizo carne; fiero amor de vida
que no se sacia con abrazos, besos,
ni con enlace conyugal alguno.
Sólo comerte nos apaga el ansia,
pan de inmortalidad, carne divina.
Nuestro amor entrañado, amor hecho hambre,
¡Oh Cordero de Dios!, manjar te quiere;
quiere saber sabor de tus redaños,
comer tu corazón, y que su pulpa
como maná celeste se derrita
sobre el ardor de nuestra seca lengua:
que no es gozar en Ti; es hacerte nuestro,
carne de nuestra carne, y tus dolores
pasar para vivir muerte de vida.
Y tus brazos abriendo como en muestra
de entregarte amoroso, nos repites:
«Venid, comed, tomad: éste es mi cuerpo!»
¡Carne de Dios Verbo encarnado encarna
nuestra divina hambre carnal de Ti!
amor que es hambre, amor de las entrañas;
hambre de la Palabra creadora
que se hizo carne; fiero amor de vida
que no se sacia con abrazos, besos,
ni con enlace conyugal alguno.
Sólo comerte nos apaga el ansia,
pan de inmortalidad, carne divina.
Nuestro amor entrañado, amor hecho hambre,
¡Oh Cordero de Dios!, manjar te quiere;
quiere saber sabor de tus redaños,
comer tu corazón, y que su pulpa
como maná celeste se derrita
sobre el ardor de nuestra seca lengua:
que no es gozar en Ti; es hacerte nuestro,
carne de nuestra carne, y tus dolores
pasar para vivir muerte de vida.
Y tus brazos abriendo como en muestra
de entregarte amoroso, nos repites:
«Venid, comed, tomad: éste es mi cuerpo!»
¡Carne de Dios Verbo encarnado encarna
nuestra divina hambre carnal de Ti!
Miguel de Unamuno
Una poetisa moderna, de nuestros mismos días, dice cosas bellas y muy reales de la Eucaristía. Quiero también que las leas despacio y las lleve a tu contemplación:
Emma-Margarita R. A.-Valdés
I.- EL TRIGO DE LA CASA DEL PAN (BELÉN)
De ignorada semilla,
del primigenio origen,
broté hacia mi destino
de tormenta y bonanza.
¿En qué pan
o en qué inútil abrojo
acabaré muriendo?
A Ti, amor,
a Ti, pan de la Vida,
te pido que, otra vez,
como en aquel pesebre,
germine generosa
en tierra de promesas
y beba en la fontana
de tu costado abierto.
Que maduren al sol
las espigas humildes,
que sean el manjar
del último banquete.
Y cuando llegue el tiempo
de la trilla final,
a Ti, amor,
a Ti, pan de la Vida,
te pido que, otra vez,
como en la Santa Cena,
los granos de mi trigo
sean la harina blanca
del pan que tú conviertes
en carne salvadora.
II - AGUA ; VINO ; SANGRE
De una ignorada fuente,
del manantial lejano,
broté hacia mi destino
por quebradas y valles.
¿En qué mar,
en qué postrer marea
acabaré fluyendo?
A Ti, amor,
a Ti, cauce de Vida,
te pido que, otra vez,
como en aquella boda,
recojas mi agua clara
en un tranquilo lago
para inundar de júbilo
terrenales viñedos.
Que maduren al sol
las uvas en las viñas,
que sean dulce vino
para días de rosas.
Y cuando llegue el tiempo
de la fermentación,
a Ti, amor,
a Ti, Verdad y Vida,
te pido que, otra vez,
como en la Santa Cena,
mi rojo vino añejo
de la última hora
lo conviertas en sangre
con tu esencia divina.
Te dejo con estas bellas palabras hechas canción de amor al Amor de los Amores, como bien me llamó otro poeta. Me gustaría que en el DIA DE MI CUERPO Y DE MI SANGRE, y todos los días, nos sintamos unidos en la amistad, en el deseo de darnos a los demás, y en el afán de hacer de la Iglesia una familia reunida en torno a una sola mesa, la MESA DE LA EUCARISTÍA. Te espero con el verdadero deseo de vivir la auténtica CARIDAD QUE SE MANIFIESTA EN LA ENTREGA.
Tu amigo Jesús
Por la trascripción
Juan García Inza
Juan García Inza
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