BREVE HISTORIA DE LA FORMACION DEL SANTO ROSARIO:
Desde los orígenes de la Cristiandad, era común recordar la vida de María Santísima junto a su Hijo Jesucristo. La piedad de los fieles, honró, desde un principio, a la Madre de Dios, con oraciones y cantos. Los monjes del desierto de los primeros siglos, solían recitar la oración del Ave María (incompleta) ciento cincuenta veces; para contarlas, eran usadas piedrecillas o, unas cuerdas con nudos.
En estos comienzos se llamó al Rosario el "salterio mariano", en comparación a los ciento cincuenta-salmos de las Sagradas Escrituras y consistía en la repetición de la primera parte del Ave María extraída del Evangelio según San Lucas con el saludo del Arcángel San Gabriel y de Santa Isabel.
Con respecto a la fundación del Santo Rosario, nos- dice el reverendo padre Reginald Garrigou Lagrange O. P. (religioso de la Orden de Predicadores); "Para ver mejor lo que debe ser el Rosario es necesario acordarse de cómo lo concibió Santo Domingo en el siglo XIII, bajo la inspiración, de la Santísima Virgen, en un momento en el que el Mediodía de Francia estaba siendo devastado por la herejía de los albigenses, imbuidos de errores maniqueos que negaban la bondad infinita, y la omnipotencia de Dios, afirmando la existencia de un principio del mal Creador de la materia, siempre victorioso.
No se atacaba solo la moral cristiana, sino el dogma, los grandes misterios de la creación, de la Encarnación Redentora, del descenso del Espíritu Santo, de la vida eterna a la que estamos todos llamados. Fue entonces cuando la Santísima Virgen hizo conocer a Santo Domingo un modo de predicación desconocido hasta entonces, afirmándole que sería para el futuro una de las armas más poderosas contra el error y la adversidad. Arma muy humilde que hace sonreír al incrédulo, pues no comprende los misterios de Dios.
Bajo la inspiración que había recibido, Santo Domingo se fue por las ciudades heréticas, reunía al pueblo y predicaba sobre los misterios de la salvación, sobre los de la Encarnación, de la Redención y de la vida eterna. Tal como le había inspirado María, distinguía los diversos misterios, gozosos, dolorosos y gloriosos.
Predicaba algunos instantes sobre, cada uno de estos quince misterios y después de la predicación hacía recitar una decena de Ave María, más o menos como se predica hoy en muchos sitios la hora santa, intercalando oraciones o cantos religiosos.
Entonces, lo que no conseguía la palabra del predicador, la dulce oración del Ave María lo insinuaba en el fondo de los corazones. Este genero de predicación fue de lo más fructífero". (1) El nombre de Rosario proviene del latín medieval Rosarium que significa: corona de rosas o jardín de rosas.
En el siglo X
Catequesis Mariana desde San Nicolás: Por el Pbro. Carlos A. Pérez
V, tres sacerdotes, religiosos dominicos, el beato Alain de la Roche en Flandes, Jaime Sprenger y Felix Fabri, en Colonia, basados en Santo Domingo de Guzmán, le dan al Santo Rosario, la forma actual. Y es en este mismo siglo cuando la Iglesia Católica Apostólica Romana añade al Ave María: "Santa María, Madre de Dios, ruega par nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén".
Son incontables los hechos personales y colectivos en donde podemos ver reflejada la ef0icacia del rezo del Santo Rosario. Así en el siglo XVI, el Papa San Pío V pidió el rezo de esta oración, para pedir del Cielo una victoria que la historia la conoce con el nombre de Lepanto; esta campaña fue llevada a cabo contra los turcos, que querían atacar la península itálica con la intención de llegar a Roma.
Los cristianos de Venecia y España, salen a la defensa de su fe, reuniendo una flota al mando de Don Juan de Austria, enfrentándose con la armada turca el 7 de octubre de 1571, allí se manifestó la piedad y el heroico valor de los soldados católicos y el poder enemigo quedó definitivamente quebrado. El recuerdo de esta victoria de la Virgen, por medio del Santo Rosario quedó igualmente consignado con la invocación en las letanías lauretanas de "Auxilio de los Cristianos", que desde entonces se incluyó. (1) Barrigón Lagrange, R., "La Madre del Salvador".
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