La pobreza
evangélica
En esto se le acercó uno y le dijo:
“Maestro bueno, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna?” Él le
dijo: “¿Por qué me llamas bueno? Uno sólo es el Bueno. Mas si quieres entrar en
la vida, guarda los mandamientos.” “¿Cuáles?”- le dice él. Y Jesús dijo: “No
matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio,
honra a tu padre y a tu madre, amarás a tu prójimo como a ti mismo.” Dícele el
joven: “Todo eso lo he guardado; ¿qué más me falta?”. Jesús le dijo: “Si quieres
ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, luego, ven y
sígueme.” Al oír estas palabras, el joven se marchó muy entristecido, porque
tenía muchos bienes. (Mateo 19,16-22) En el Evangelio, encontramos muchas situaciones que iluminan acerca de la pobreza. Una es la del joven rico (Mc. 10, 17-22); lleno de bienes materiales, pero también de un deseo muy sincero de amar a Dios sobre todas las cosas, se acerca al Señor, preguntándole qué debe hacer para alcanzar la vida eterna. Él le recomienda lo que ya sabe sobre el cumplimiento de los mandamientos, haciendo un repaso de todos ellos. El joven rico responde: “Ya los he cumplido desde mi juventud”. Dice el Evangelio que Jesús lo miró y lo amó, porque realmente sabía que era cierto que había sido fiel a lo que el Señor le había pedido y entonces, le dice: "Si quieres ser perfecto, anda, vende todo lo que tienes y entrégalo a lo pobres y después, ven y sígueme". Allí, el joven rico se entristeció y muy afligido se fue, pues tenía muchos bienes. Jesús sigue diciendo a sus discípulos:" ¡Qué difícil es que los ricos entren en el Reino de los Cielos! ", es decir, es difícil que descubran las riquezas del Reino que están mucho más allá, que las riquezas de la tierra.
El pecado del rico no es la riqueza misma. Ésta no es ningún pecado, es un don que debe ser administrado; el pecado está en poner la confianza en las riquezas. La confianza sólo debe ponerse en Dios, de lo contrario, la riqueza se convierte en ídolo y se cae en la idolatría. Este joven resultó ser un pobre rico, no alcanzó a captar, desde su riqueza, todos los dones, que a través de ella, Dios le estaba dando y se incapacitó para servir mejor. Había seguido seguramente una vida honesta, pero no llegó a lo que Dios le pedía.
Otro caso es el del rico que se hizo pobre, Zaqueo. Éste era un rico ladrón, que robaba todo lo que podía, utilizaba el dinero para préstamos, en usura, pero frente al contacto con Jesús, todo esto cayó en algo absolutamente desperdiciable. Se sintió tocado por el Señor, su corazón cambió. “Daré la mitad de mis bienes a los pobres y a los que he robado, les daré cuatro veces más...”, dijo y Jesús respondió: “Hoy, entró la salvación a esta casa". El rico se hizo pobre en su corazón; comenzó a confiar no ya, en su riqueza, sino en Dios. Ese es el ejemplo que nosotros tenemos que seguir. Evitar que la riqueza nos impida darle el sí a Dios, aprendamos de Zaqueo. El llamado del Señor es mucho mayor que todo lo demás.
Está también, el caso de Pedro, el apóstol, que no tenía riquezas y era un simple pescador. A este hombre de gran corazón, pero muy impulsivo, el Señor le va a demostrar que, sin la ayuda de Dios, es incapaz de dar lo que Dios espera de él. Por eso cuando, durante la Pasión, lo niega tres veces, ante el temor de ser denunciado, enjuiciado o apedreado, el Señor le muestra su incapacidad de ser fiel y allí, Pedro llora amargamente. Después de la Resurrección, Jesús da a Pedro la gracia de poder demostrar que es su discípulo fiel. Un día, en Galilea, Jesús le dice: "¿Simón Pedro, me amas?”. Tres veces repite esta pregunta y Pedro tiene la oportunidad de responder: "Sí, Señor, Tú sabes que te amo".En este gran momento de Pedro, Jesús repite la misma respuesta: "Apacienta mis ovejas ", proclamándolo su sucesor.
La confianza no debe estar puesta en la riqueza, sino en Dios. El amor es el que nos lleva a confiar en Dios; es la clave de nuestra fidelidad al Señor y de tal modo debe ser ese amor, que no podemos condicionarlo a nada. Jesús preguntó a Pedro: "¿Simón Pedro, me amas...?", porque en esto es donde el cristiano va a definirse como auténtico seguidor de Jesús, si hay amor a Dios, hay amor a los demás. Jesús no le preguntó a Pedro, si era un gran literato, un gran organizador, un gran pescador, sólo le dijo:"¿Me amas?". El que ama se une a Dios, alimenta esa unión con la oración continua y con la adoración al Señor. Estando así unido a Dios, se tienen todas las garantías de que Él va a conducir nuestra vida. Si servimos para una tarea pequeña o grande, será en la medida en que nos ponemos, como instrumentos dóciles, en las manos de Dios. Cuando empezamos a elaborar nuestros planes fuera de la oración, fuera del Espíritu de la Iglesia, fuera del Espíritu de Dios, entonces aparece el hombre viejo, “indicándole a Dios” lo que Él tiene que hacer.
Dios nos capacita, como capacitó a la Virgen, para hacer todo lo que Él pensó hacer en Ella. Dios, en nosotros, también quiere hacer maravillas, pero las hace Él; nosotros somos pequeños instrumentos elegidos y también, necesarios porque Él así lo quiere.
Mensaje 889
Queridos míos: hay determinados momentos en la vida del hombre, momentos angustiosos, donde el hambre, la desgracia y la necesidad material, se tornan para él desesperantes. Recordad que todo cambia si está Dios en el corazón y nada es duradero, sólo Dios. Podéis desde ya fortalecer vuestros espíritus, con las cosas de Dios.
Bendito sea el Señor.
Mensaje 1103
Hija mía: en la humildad, en la pobreza, es cuando más me acerco y quiero a mis hijos.
En el dolor, en la mansedumbre, es ahí que me hago presente.
Muchos son los hijos que se desprenden de todo y sólo se quedan con el amor de la Madre. Hay otros, que pretenden obtenerlo todo sin correr grandes riesgos, queriendo vivir en grandes riquezas.
No es así como los quiere recibir la Madre, sino que los quiere ver recorriendo el camino del calvario, es ésta la manera de acompañar a Cristo Jesús y también de ser purificados.
Bendito sea Dios.
Predica hija.
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