Catequesis
Mariana desde San Nicolás: por el Pbro. Carlos A. Pérez
Durante
10 años, todos los días 25 de cada mes en San Nicolás, se convoco
a un grupo voluntario de Misioneros de diversos lugares del país,
felizmente, por iniciativa de los propios laicos presentes en las
reuniones, fueron grabadas las charlas que se dieron. Hoy contamos
con esta catequesis que nos disponemos a ofrecer aquí a modo de
entregas semanales para todos, peregrinos en general y misioneros en
particular.
La
Eucaristía II
Jesús
les respondió: “Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del
hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come
mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en
el último día.` Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre,
la verdadera bebida. Él que come mi carne y bebe mi sangre permanece
en mí y yo en él. Así como yo, que he sido enviado por el Padre
que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come
vivirá en mí. Este es el pan bajado del Cielo; no como el que
comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá
eternamente. (Juan 6,53.58.)
1:
Un elemento fundamental en nuestra vida es el pan. El pan y todo lo
relacionado a nuestra vida: todos aquellos medios que necesitamos
para la vida espiritual y corporal.
Jesús,
como suprema manifestación de su Presencia, ofrece el Pan de la
Eucaristía. El Papa Pablo VI, en la Encíclica "Misterio de la
Fe”, hablando de Jesús dice que hay muchas formas de Presencia: la
Presencia en la Iglesia, la Presencia en la Palabra de Dios, la
Presencia en el prójimo, la Presencia en la predicación; pero la
más excelente de las Presencias es la de la Eucaristía. Allí está
el Autor de la Gracia que nos alimenta: “Quien me come vivirá por
Mí".
"Yo
soy el Pan de Vida; quien coma de este Pan vivirá eternamente”.
“El agua que Yo les daré- le dice Jesús a la samaritana- hará
que no tengan más sed. El pan que Jesús nos dará es alimento para
la eternidad”: no solamente para el tiempo.
2:
Nosotros también tenemos que ser “Pan de Dios” para los demás:
Pan de Cristo. Así como Jesús, que es el Pan de Vida, nos alimenta
y nos hace “Cuerpo”, cuanto más alimentados estemos con la
Eucaristía y mejor la recibamos, más vamos formando un cuerpo sin
que nos demos cuenta. Así el mundo es alimentado por ese cuerpo de
Cristo que somos nosotros. El alimenta a cada uno, nos hace su
Cuerpo; y nosotros, como su Cuerpo Místico, alimentamos a los demás
llevándolos a descubrir la Eucaristía y el llamado de Jesús a
vivir en comunión como hermanos. Esta verdad nos abre a un horizonte
muy hermoso que trasciende a un simple “horizonte vegetativo”, a
un ciclo vital limitado y lleno de miserias. Somos, como Cuerpo, el
Pan de Dios para la vida del mundo desde el momento en que vamos
asimilando cada vez más y mejor a Cristo en la Eucaristía.
3:
Ese Pan lo encarnamos en nosotros y con él encarnamos la presencia
de Jesús en nuestras vidas, a través de gestos de misericordia y de
fraternidad. Las obras de misericordia, junto a la Palabra, son la
manera de hacer que nosotros hagamos visible el amor de Cristo a los
hermanos: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento,
vestir al desnudo, consolar al que está triste, visitar al enfermo,
son las maneras de que seamos Pan de vida para los demás; es decir:
esa especial presencia de Jesús ante el hermano que sufre.
4:
La Eucaristía crea en nosotros una especial vitalidad. Nos alimenta
como creyentes, alimenta nuestra relación de hijos con el Padre,
nuestro compromiso de fidelidad con el Señor; además nos hace vivir
ya en la tierra anticipadamente la Esperanza de la eternidad
gloriosa. Jesús nos habla del “Pan de la Vida Eterna”, que es
más importante que el pan material; aunque también necesitamos de
él para vivir.
Celebrar
la Eucaristía y recibirla es tener un corazón dispuesto a vivir ya
en la tierra el misterio de la eternidad. Debemos gozarnos de esa
misteriosa Presencia de Dios que nos invade el alma, y que no puede
ser desplazada por ninguna otra realidad, por más dura que sea. La
Eucaristía viene a cubrir toda necesidad, para que estemos seguros
que el Señor está con nosotros, aún en la tribulación y
especialmente en ella. Por eso la virtud de la Confianza es clave en
relación con la Eucaristía. La presencia Eucarística nos garantiza
esa Confianza que Jesús nos trae, y que María reclama de nosotros
como una expresión de amor.
5:
El Misionero de María sufre frecuentemente el no ser reconocido por
los hombres. Si no se alimenta con la Eucaristía, pronto se va a
cansar y desanimar hasta claudicar. Jesús, desde la Eucaristía nos
invita al sacrificio de la vida, imitándolo a Él, y a que lo
vivamos como Cristo en la Cruz.
También
nos invita a ser Presencia permanente, prolongándolo en nuestra
vida, como Él se hace permanente Presencia, misteriosa pero real.
Esta presencia nuestra y del Señor, garantiza la unidad fraterna en
la Comunión de vida, sin la cual, la Palabra es ineficaz: “Miren
cómo se aman” decían de la primitiva comunidad cristiana; por eso
crecía el número de los creyentes.
La
Eucaristía es garantía de común unión entre los creyentes y
anticipo de la perfecta unidad del Cielo.
Mi
amada hija, toda criatura debe saber que la Madre, se preocupa por
sus hijos. La humanidad toda vaya al encuentro del Amor de Dios. No
haya indiferencia, haya amor en los corazones. Digo a todos tus
hermanos: Venid, os mostraré al Gran Amor; os enseñaré a adorar y
a recibir a Jesús, en la Santa Eucaristía, tan necesaria para el
alma. Colmad vuestro espíritu, volviendo vuestro corazón a Cristo.
Gloria al Altísimo, Haz conocer Las palabras de la Madre.
28-5-89
(Corpus Christi) Mensaje 1663
Digo
a todos mis hijos: Esta Madre os quiere en un amor creciente hacia
Cristo. Esta madre os quiere alimentados con el Alimento de Vida: La
Santa Eucaristía. Esta Madre os quiere junto a Su Hijo. Amén, amén.
Predícalo hija. Leed: San Juan C. 6, V 33
19-8-89
– Mensaje 1695
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