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Catequesis Mariana desde San Nicolas: por el Pbro. Carlos A. Pérez


Todos los días 25 de cada mes en San  Nicolás, se convocó a un grupo voluntario de Misioneros de diversos lugares del país, felizmente, por iniciativa de los propios laicos presentes en las reuniones, fueron grabadas las charlas que se dieron. Hoy contamos con esta catequesis que nos disponemos a ofrecer aquí a modo de entregas semanales para todos, peregrinos en general y misioneros en particular.

EL ESPIRITU SANTO, LA GRAN PROMESA DE JESUS (Lc. 24, 49) (2º Mist. Glorioso):
a) LA PALABRA DE DIOS nos dice: Ahora yo voy a enviar sobre ustedes al que mi Padre prometió (Lc. 24, 49); les enviare, desde el Padre, el Espíritu de la Verdad, que procede del Padre. Y ustedes también hablaran en mi favor (Jn. 15, 26)
b) LA IGLESIA nos dice: La Resurrección de Cristo es objeto de fe en cuanto es una intervención trascendente de Dios mismo en la creación y en la historia. La acción del Espíritu ha vivificado la humanidad muerta de Jesús y la ha llamado al estado glorioso de Señor (648*), es el principio de nuestra propia resurrección (658*). Cristo afirmo antes de su Ascensión que aun no era la hora del establecimiento glorioso del Reino esperado  que debía traer a todos los hombres el orden definitivo de la justicia, del amor y de la paz. El tiempo presente, según el Señor, es del Espíritu y del testimonio, pero también marcado por la “dificultad” y la prueba del mal que afecta también a la iglesia e inaugura los combates de los últimos días. Es un tiempo de espera y  de espera y de vigilia (672*). (En) los textos proféticos que se refieren al envío del Espíritu Santo, Dios habla al corazón de su Pueblo en el lenguaje de la Promesa, con los acentos del “amor y fidelidad” (715*).
Solamente cuando ha llegado la hora en que va a ser glorificado, Jesús promete la venida del Espíritu Santo, ya que su Muerte y su Resurrección serán el cumplimiento de la Promesa hecha a los Padres. El Espíritu de Verdad, el otro Paráclito, será dado y enviado por el Padre en virtud de la oración de Jesús y en su nombre. El Espíritu Santo vendrá, nosotros lo conoceremos, estará con nosotros para siempre; nos lo enseñara y recordara todo lo que Cristo nos ha dicho y dará testimonio de  El, nos conducirá a la verdad completa y glorificara a Cristo. En cuanto al mundo, lo acusara en materia de pecado, de justicia y de juicio (729*). Jesús entrega su espíritu en las manos del Padre en el momento en que por su Muerte es vencedor de la muerte. A partir de esta hora, la misión de Cristo y del Espíritu se convierten la misión de la Iglesia (730*). Este espíritu único e indivisible lleva por si mismo a la unidad a aquellos que son distintos entre si, y hace que todos aparezcan como una sola cosa en el; lleva a todos a la unidad espiritual.
c) MARIA DEL ROSARIO DE SAN NICOLAS nos dice : Os hablo como Madre que quiere de sus hijos , la renovación del espíritu, la docilidad del espíritu , la verdadera disponibilidad del espíritu ( 1491); que en este tiempo de violencia quiere traer Paz(1398). Que la esperanza se mantenga viva en vuestros corazones (1803). ¡El Señor, es la Esperanza, la Vida! (1409). Vivid, llenos de humildad (638). Fortaleced vuestra fe, y el Espíritu Santo se derramara de tal manera, que sintiereis que Cristo vive en vosotros (717). El amor perfecto del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, os quiere purificar (1658). Id al amor de Dios con nuestros ofrecimientos, vuestro abandono, vuestra confianza (1610), (y con) intensa oración (1135). Solo la oración, suple al sufrimiento (1525). Amados hijos, orad, para que la luz perfecta del Espíritu Santo, se derrame sobre los hombres (877). Vivid la comunión de todos los Santos. Uníos a ellos por medio de la oración (1546).
d) Para que reflexionemos: El Espíritu Santo es fruto de la Cruz, porque allí santifico el dolor de Cristo en el sacrificio del Amor. Otros de los dones del Espíritu Santo son la alegría y el gozo porque el Señor nos redimió. La alegría de vivir esa Redención es lo que nos produce el gozo. A nosotros el dolor nos purifica y nos ayuda a completar “lo que falta a la Pasión de Cristo” (Col.1, 24). Ahí es donde nosotros tenemos que captar el gozo de la alegría de ofrecer el sufrimiento por el Señor con su significado de purificación. Pascua es además tiempo de Esperanza, porque si el Espíritu Santo resucito a Jesús, así nos va a resucitar también  a nosotros. El Espíritu Santo es el gran regalo que el Padre nos hace después de la Ascensión de Jesús en el Cielo. Es la Gran Promesa de Jesús. Es Aquel que reparte sus dones a cada uno, y va creando la “comunión “entre todos, que es difíciles imposible por las solas fuerzas del hombre; pero que en la medida que el Espíritu Santo actúa se empieza a producir y es posible de alcanzar. El Espíritu es como el alma en el cuerpo. Los miembros del cuerpo de la iglesia somos nosotros, Jesús la cabeza, el Padre el que le da el origen y el Espíritu el que lo anima , dando a cada uno un don en relación con el don de otro y así hace posible la “comunión”. El Espíritu da a María una misión muy especial: que sea la protagonista vocero de su Hijo, para que todos descubramos al Señor en su Corazón de Madre. La envía a aparecerse aquí, o allá, y como no se contradice, en cada Manifestación se enriquece su acción. Dios es uno y María es una. También, nosotros muchos, tenemos que serlo en Ellos, para ser imagen de la Trinidad en la comunidad. Como misioneros, tenemos que ser testigos y gestores de Esperanza y “comunión” entre la gente, porque eso es lo que hace el Espíritu y nosotros somos sus instrumentos. Este es un momento humanamente muy duro y Dios lo esta utilizando para una creciente purificación de cada uno de nosotros y del alma humana. Al Señor, le interesa que seamos felices en la tierra, pero la felicidad será en la medida en que la hayamos canalizado hacia el Cielo. ¿Qué ganamos con estar muy bien en la tierra, si nos condenamos? ¿Qué importa si hoy el Señor nos quita la vida, si esa vida sirve para que otros se salven? En la historia de la Salvación, Dios da gracias suficientes para que nos convirtamos en profundidad, y después nos pide cosas muy grandes para que se conviertan otros. Esa es la labor eminentemente misionera de todo auel que quiera ser en verdad fiel a Jesús desde el Corazón de la Virgen, Somos “instrumentos de Redención”. María nos pide que en dimensión de Consagrados, le entreguemos el corazón, la vida y extinción misionera. Que no nos quedemos dentro de nosotros, sino que explayemos a todas partes posibles, este mensaje y esta verdad de vida. Viene a decirnos que cuando nosotros callamos, de alguna manera también estamos haciendo callar a Dios. El amor al Padre, ne servicio a los hermanos, por eso es necesario volver a Dios de todo corazón, cambiando nuestras actitudes egoístas y mezquinas que no hacen visible a ese Dios crucificado por amor. Es el gran tiempo de la Oración, porque la Oración es algo totalmente solidario,y el Espíritu Santo llega  en la medida que le abrimos el Corazón.



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