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REFLEXIONES RELIGIOSASJesús toma de la mano y salva. Pbro. Aldo Ranieri. 05/02/12 El domingo pasado encontramos un “espíritu inmundo” en la sinagoga; hoy lo encontramos, bajo la figura de “fiebre”, en la casa misma de Pedro. La capilla y la casa: dos ámbitos cotidianos de la vida del creyente, que pueden también ser el lugar de una presencia indeseable. Para librarse de ella otra presencia es necesaria, la de Jesús. En la sinagoga el “espíritu impuro” era la ideología de los escribas; ¿qué significará, ahora, la “fiebre” de la suegra de Pedro? Podemos entenderla como una fuerza demoníaca, un fuego abrasante, anidado en el interior del ser humano, que lo centra sobre sí mismo. El profeta Habacuc conoce esta fuerza negativa, le da un nombre mítico, “reshef”, y la presenta como sometida a Dios (Hab 3, 5; Deut 32, 24). Jesús tomó a la enferma de la mano y la levantó. Este mismo verbo se usa para indicar la resurrección de Jesús (1Tes 1, 10; Rom 6, 4. 9). Marcos nos sugiere, entonces, que Jesús le infundió una energía vital nueva, que la llevó a ponerse a liberarse disposición de los suyos: “se puso a servirles”. La Virgen María era así: llena de un amor inmenso a su Hijo, se dedicó totalmente a su servicio (Lc 1, 38). Pero el ser humano, agarrado entre las ideologías religiosas, fuerzas negativas que impiden oír la Palabra, y las “fiebres” del egoísmo, espera la presencia de Jesús. Es interesante notar que Jesús sanó a la suegra de Pedro, sin que ella se lo pidiera Alguien se dio cuenta de su estado, e intercedió. Jesús salió de madrugada para orar a solas con el Padre. Jesús intercede para con su Padre, y sólo después se dedica a predicar y expulsar a los demonios. Orar intercediendo, expulsar los malos espíritus, anunciar el Reino: tres cosas que andan juntas y en ese orden. El mensaje de la liturgia: Ninguna experiencia más contundente y universal que la del dolor y el sufrimiento. Job sí que es la imágen “viva” de la humanidad: ¿No es una servidumbre la vida del ho9mbre sobre la tierra? (…) me han sido asignada noches de dolor... ¿Puro pesimismo? ¿pura depresión? (Jb 7, 1-4, 6-7). La fe no suprime el sufrimiento, las contrariedades, las “tormentas” de la vida. La fe nos nos hace descubrir que Jesús también a nosotros nos puede tomar de la mano y hacernos levantar Jesús sana y salva. Puede fortalecernos y liberarnos de nuestros males físicos y espirituales. Tiene poder para sostenernos, darnos ánimo y arrancar nuestras vidas de los poderes del mal que tanta veces nos esclavizan. Esto no nos da “derecho” a exigir el “milagrito” cada vez que tenemos “un resfrío”... La fe auténtica exclama: “Como tu quieras; cuandi tu quieras; como tu quieras” (Madre Maravilla). Señor, tómame de la mano. No dejes que me suelte. Cura mis enfermedades y expulsa los demonios interiores que me impiden ser feliz. Sobre todo dame la fuerza insuperable del amor.


Jesús toma de la mano y salva. Pbro. Aldo Ranieri. 05/02/12
El domingo pasado encontramos un “espíritu inmundo” en la sinagoga; hoy lo encontramos, bajo la figura de “fiebre”, en la casa misma de Pedro. La capilla y la casa: dos ámbitos cotidianos de la vida del creyente, que pueden también ser el lugar de una presencia indeseable. Para librarse de ella otra presencia es necesaria, la de Jesús. En la sinagoga el “espíritu impuro” era la ideología de los escribas; ¿qué significará, ahora, la “fiebre” de la suegra de Pedro? Podemos entenderla como una fuerza demoníaca, un fuego abrasante, anidado en el interior del ser humano, que lo centra sobre sí mismo. El profeta Habacuc conoce esta fuerza negativa, le da un nombre mítico, “reshef”, y la presenta como sometida a Dios (Hab 3, 5; Deut 32, 24). Jesús tomó a la enferma de la mano y la levantó. Este mismo verbo se usa para indicar la resurrección de Jesús (1Tes 1, 10; Rom 6, 4. 9). Marcos nos sugiere, entonces, que Jesús le infundió una energía vital nueva, que la llevó a ponerse a liberarse disposición de los suyos: “se puso a servirles”. La Virgen María era así: llena de un amor inmenso a su Hijo, se dedicó totalmente a su servicio (Lc 1, 38). Pero el ser humano, agarrado entre las ideologías religiosas, fuerzas negativas que impiden oír la Palabra, y las “fiebres” del egoísmo, espera la presencia de Jesús. Es interesante notar que Jesús sanó a la suegra de Pedro, sin que ella se lo pidiera Alguien se dio cuenta de su estado, e intercedió. Jesús salió de madrugada para orar a solas con el Padre. Jesús intercede para con su Padre, y sólo después se dedica a predicar y expulsar a los demonios. Orar intercediendo, expulsar los malos espíritus, anunciar el Reino: tres cosas que andan juntas y en ese orden.
El mensaje de la liturgia: Ninguna experiencia más contundente y universal que la del dolor y el sufrimiento. Job sí que es la imágen “viva” de la humanidad: ¿No es una servidumbre la vida del ho9mbre sobre la tierra? (…) me han sido asignada noches de dolor... ¿Puro pesimismo? ¿pura depresión? (Jb 7, 1-4, 6-7). La fe no suprime el sufrimiento, las contrariedades, las “tormentas” de la vida. La fe nos nos hace descubrir que Jesús también a nosotros nos puede tomar de la mano y hacernos levantar Jesús sana y salva. Puede fortalecernos y liberarnos de nuestros males físicos y espirituales. Tiene poder para sostenernos, darnos ánimo y arrancar nuestras vidas de los poderes del mal que tanta veces nos esclavizan. Esto no nos da “derecho” a exigir el “milagrito” cada vez que tenemos “un resfrío”... La fe auténtica exclama: “Como tu quieras; cuandi tu quieras; como tu quieras” (Madre Maravilla). Señor, tómame de la mano. No dejes que me suelte. Cura mis enfermedades y expulsa los demonios interiores que me impiden ser feliz. Sobre todo dame la fuerza insuperable del amor.




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