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Catequesis Mariana desde San Nicolás: por el Pbro. Carlos A. Pérez


Durante 10 años, todos los días 25 de cada mes en San  Nicolás, se convoco a un grupo voluntario de Misioneros de diversos lugares del país, felizmente, por iniciativa de los propios laicos presentes en las reuniones, fueron grabadas las charlas que se dieron. Hoy contamos con esta catequesis que nos disponemos a ofrecer aquí a modo de entregas semanales para todos, peregrinos en general y misioneros en particular.

El Corazón de María
Lc. 2, 33-35
San Antonio Maria Claret, fundador de los Claretianos dice: “Hablar del corazón de María es hablar de la persona entera de María, pero contemplada desde adentro. Desde su máxima interioridad, desde su raíz afectiva, desde el amor con que Dios la ama y con que ella ama a Dios y a los hombres”. Lo mismo cabe decir, por supuesto, si hablamos del Corazón de Jesús. El corazón de María es el amor de María.  El corazón es el centro de su amor a Dios y a los hombres. La palabra corazón, siempre evoca la interioridad, ese espacio de silencio que hacemos para alabar a Dios, para escucharlo, ese deseo de estar en la soledad fecunda donde Dios nos habla; por eso la espiritualidad centrada en el Corazón de Jesús o de Maria es en primer lugar una vigorosa llamada a la interioridad, a vivir dentro de nosotros mismos, evitando del riesgo de la exterioridad, de la superficialidad, para no estar a expensas de los ruidos que continuamente vienen golpeándonos y sacándonos del centro, del centro de Dios. Nuestro centro y nuestro corazón deben estar ubicados en Dios. Por eso se impone una tarea de conversión. La conversión se entiende como una nueva creación, y tal nueva creación, solamente es producida por Dios; ninguno de nosotros puede producir una autentica conversión. Solamente Dios la puede producir, y por eso tanto insiste en que la pidamos, que pidamos el don del Espíritu Santo, que es el que la produce. Es una intima renovación de todo hombre, su manera de juzgar, de pensar y de vivir, y solo Dios lo puede producir. Y la conversión es mas un cambio de dirección que un simple cambio de postura, es decir, que es cambiar la ruta por la que veníamos caminando, y es una exigencia que exige poner en juego toda la fuerza del corazón y de la vida. La espiritualidad centrada en el Corazón de Jesús y de María es una invitación permanente a convertirse, mas aun, exige y crea una actitud de conversión, una conciencia de que necesitamos la salvación que nos convierta. Que se transforma en un gozoso encuentro con el Señor, que nos capacita para esta transformación. Por eso nos libera del mayor pecado que es creernos justos y nos cura de las más graves de las enfermedades que es creernos sanos. Jesús vino para enfermos y pecadores.
Dios es amor dice San Juan. He aquí la revelación esencial, Dios su hacer y su que hacer. Dios es amor, Dios es amistad, es decir que es un amor que implica reciprocidad. Amar y ser amado. Dios es amor en reprocidad, por eso es amistad Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, Dios es comunión, Dios es familia. Es un ser familia, un ser comunión, un Dios Trinidad, pero Dios no es solo amor – amistad en si mismo, sino amor – amistad para nosotros, lo que es en si mismo lo vuelca a nosotros. Nos vuelca su amor y exige nuestra amistad. Dios es por su misma naturaleza, el ser que nos ama, el Padre. Y se nos manifiesta como amor en la persona de Jesucristo, en su Vida, en su Palabra y en su Muerte. “Quien me ve a mi, Felipe ve al Padre” Cristo es la revelación del amor del Padre. Jesús es la manifestación suprema y decisiva del amor que Dios es, y del amor que Dios nos tiene. Jesús es el amor de Dios hecho visible, palpable, experimentable, lo podemos experimentar. “Tanto amo Dios al mundo que envió a su propio Hijo”, es un amor que se dio primero, nosotros podemos amarlo porque en primer lugar fuimos amados por Dios y rescatados por Dios. Y el amor de Dios es un amor que se llama misericordia. La misericordia en el sentido bíblico es el amor gratuito, personal y entrañable, tres aspectos característicos de la misericordia.
En el sentido bíblico el amor gratuito, personal y entrañable, se llama misericordia. Gratuito porque no lo merecemos personal porque va de Dios a cada uno de nosotros y entrañable porque es muy profundo. Juan Pablo II afirma, en Cristo y por Cristo se hace particularmente visible Dios en su Misericordia. Si queremos ver como es la Misericordia del Padre, miremos a Cristo, contemplemos a Cristo, imitémoslo. Cristo confiere un significado definitivo a toda la tradición del Antiguo Testamento de la misericordia divina. No solo habla de ella, utiliza parábolas sino que Cristo encarna esa misericordia y la personifica. Él es la misericordia del Padre. Cuando hablamos de encarnar la misericordia, nosotros hablamos de esto, ser una expresión viviente de la Misericordia de Dios. Este es nuestro carisma, al que nos lleva la Virgen, como lo es ella. El mismo encarna y personifica la misericordia, Él mismo es, en cierto sentido la misericordia. A quien lo ve y la encuentra en Él, Dios se hace concretamente visible como Padre rico en Misericordia. Quien cree en esta misericordia de Cristo, Dios se la muestra. “Felipe, quien me ve a mi ve al Padre”, “Nadie conoce al Hijo sino al Padre, y al que el Padre se lo quiera revelar”. Cuando nos hacemos expertos y experimentamos la misericordia, Dios se manifiesta. Más aun hacer presente al Padre, en cuanto a amor y misericordia, es la conciencia de Cristo mismo, prueba fundamental de su misión de Mesías. Su condición de Mesías, viene para esto, para hacer visible al Padre en cuanto a amor y misericordia. Jesús en el misterio de su Corazón revela, manifiesta, proclama, y es el latido humano del amor misericordioso de Dios a los hombres. La máxima expresión sacramental de su ternura, el signo visible, palpable, eficaz de la ternura del Padre. Cuando a los más pecadores y a los más frágiles, y a los más enfermos el Señor se acerca dándole todo su amor y ternura, esta mostrando como es Dios Padre. Por eso creer en Cristo y conocerlo de verdad es creer en ese infinito amor de Dios. Y conocerlo realmente. Así pudo confesar san Juan, “Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en Él”.
Lo hemos conocido, lo hemos palpado, lo hemos experimentado, y hemos creído en Él, no creímos en lo que Jesús dijo, sino en los que Jesús dijo e hizo. A Jesucristo solo se le conoce verdaderamente cuando se ha entrado en comunión viva con su Corazón, en el ámbito de la amistad, y sobre todo cuando se ha llegado a una intima experiencia de ese misterio de relación de amor con el Señor. Juan Pablo II hablando de María, y precisamente del Corazón de Maria ha dicho estas palabras: “Maria es la que de una manera singular, excepcional ha experimentado como nadie la misericordia y también de manera excepcional ha hecho posible, con el sacrificio de su corazón, la propia participación en la revelación de la misericordia divina.” Maria es la que conoce más que nadie, el misterio de la misericordia divina.
Nosotros al consagrarnos al Corazón de Maria estamos naturalmente viviendo la experiencia de la misericordia divina que ella vive y siendo orientados por ella a descubrir en Jesús lo que ella en primer lugar descubrió. Dice el Papa, Maria es la que de un modo singular y excepcional como nadie la misericordia. También de manera excepcional ha hecho posible con el sacrificio de su corazón, la propia participación en la revelación de la misericordia divina. Revelar la misericordia es atributo de Cristo y también es atributo de Maria, la revela Ella. Los hijos del Corazón de Maria tienen que revelar la Misericordia, mostrarla, enseñarla; de lo contrario nos quedamos en la mitad del camino. Maria nos ofrece el amor del Padre, en Maria Dios nos ama con amor maternal. Maria es como un sacramento, signo visible y eficaz del amor que Dios nos ama con amor maternal. Maria es un don de Dios para los hombres, es amor de Dios hacia nosotros. Por eso acercarse a Maria y entrar en su más profunda interioridad es tener una vigorosa experiencia del amor misericordioso de Dios. Lo que descubrimos en Maria como experiencia de su misericordia maternal es lo que Dios ama en Ella. El mismo amor de Dios que se encarno en Ella es captado y experimentado por ella, es el amor que Dios nos tiene. Por ejemplo, cuando yo vivo el amor de mi papa o de mi mama o un gran amigo, ¿qué vivo allí?. El amor que Dios me tiene. Y en Maria es llevado al máximo. Es un amor misericordioso. El amor de Dios al hombre es y se llama misericordia, porque es el amor inicial que Dios nos tuvo, antes del pecado, pero a partir del pecado Dios de compadece de esa situación y ante la miseria del hombre vuelca su corazón de Padre Misericordia, la actitud del corazón ante la miseria. La misericordia es el nombre bíblico del amor. Del amor con que Dios ama al hombre, del amor que el Espíritu derrama en nuestros corazones, cuando Dios nos perdona, derrama su misericordia en nuestros corazones, somos receptáculo de la misericordia divina, para amar a Dios con un corazón purificado y amar al hombre con un amor misericordioso. Este amor es personal, gratuito y entrañable. Creer en el amor misericordioso de Dios y descubrirlo experiencialmente demostrado, simbolizado y expresado en el Corazón de Cristo y de Maria es la mejor escuela para aprender a amar a Dios y a los hombres todos con el mismo amor misericordioso de Dios, con la misma infinita ternura con que Él nos ha amado. Desde esta experiencia de ser y de sabernos amados personal, gratuita y entrañablemente.
Por Dios Trinidad, en Jesús y Maria podemos y sabemos nosotros responder amando a Dios y a los hombres, al Padre y a los hermanos, con esa misma caridad e intensidad de amor. De ese modo sabemos si podemos cumplir el mandato del Señor. “Ámense los unos a otros como yo los he amado”. Quien de verdad vive una espiritualidad centrada en el Corazón de Jesús y en el Corazón de María sabe que son personalmente Jesús y María quienes de verdad aman al Padre, y a los hermanos que nos capacitan para vivir como ellos el amor y esa conciencia es a la vez fuente de gozo, de estimulo y de fidelidad. Esto es muy importante, centrar el amor de Dios en la Misericordia y mostrar que Cristo tiene esa misión, mostrar la misericordia del Padre y Maria que en todo esta íntimamente asociada al misterio de la redención, tiene esa misma misión; y experimentar el amor de la Virgen es experimentar la misericordia de Dios, y después volcarla a los demás. Encarnar la misericordia de Jesús y Maria. El Corazón de Maria es un corazón contemplativo, como lo vemos en Nazareth y por eso capta rápidamente el anuncio del Señor, es un corazón misionero, que no se queda en si mismo sino que va a anunciar la alegría de la salvación, es un corazón inmolado y misericordioso al máximo como lo muestra en la Cruz, dejando que la espada de dolor traspase su corazón; es un corazón apostólico y servidor, esta al servicio de los apóstoles preparándolos para la misión. Y así es el corazón que, como dice Jesús de si mismo: “Amo tanto a los hombres”, así como el Corazón de la Madre que nos ama incesantemente y que tantos caminos va trazando en nuestra vida para que lo caminemos junto a ella.                             

Mensaje 10: "Mi tristeza es la vuestra; toda Madre se pone mal viendo a sus hijos sufrir. Mi corazón, que ves cubierto de espinas, los hombres lo dejaron asi; de su Redención depende que esas espinas se conviertan en perfumadas rosas. Gloria al Altísimo."   




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