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Catequesis Mariana desde San Nicolás: por el Pbro. Carlos A. Pérez

Durante 10 años, todos los días 25 de cada mes en San  Nicolás, se convoco a un grupo voluntario de Misioneros de diversos lugares del país, felizmente, por iniciativa de los propios laicos presentes en las reuniones, fueron grabadas las charlas que se dieron. Hoy contamos con esta catequesis que nos disponemos a ofrecer aquí a modo de entregas semanales para todos, peregrinos en general y misioneros en particular.


Vivir el misterio trinitario
Y sucedió que por aquellos días vino Jesús desde Nazareth de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán. En cuanto salió del agua vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu, en forma de paloma, bajaba a Él. Y se oyó una voz que venía de los cielos: “Tú eres mi Hijo amado, en Ti me complazco.” (Marcos 1; 9-11)
Hay un misterio, que puede ser concebido como algo totalmente abstracto o que puede ser vivido de tal modo que, para nosotros, signifique una verdadera síntesis. Ese es el misterio de la Santísima Trinidad. Es el dogma más importante y debemos vivirlo como tal. 
Somos Templo del Espíritu Santo, Dios Padre nos ha creado, nos ha dado la vida, nos ha engendrado, hemos estado viviendo eternamente en su pensamiento. Nos creó por su Hijo, por su Verbo; en Él nos dio la Redención y nos envía, juntamente con el Verbo, a1 Espíritu Santo para que seamos santificados, para que nos asemejemos cada más a Él.
La Trinidad nos hace imagen y semejanza suya, es decir, nos hace familia, nos hace capaces de establecer entre nosotros múltiples relaciones fraternas, de servicio. Dios quiere hacernos vivir en el misterio de su intimidad. “Si alguien me ama, mi Padre le amará, vendremos a Él y habitaremos en Él”, dijo Jesús.
Todos nosotros estamos consagrados a Dios y esa consagración parte de una elección; somos llamados por el Padre celestial, también de nosotros, Él dice: “Éste es mi Hijo muy amado, en quien me complazco”. Nos presenta al mundo de esa manera, como una prolongación  viviente de la persona de Jesús. El Padre nos llama y tiene Él la iniciativa, enteramente suya, de provocar esa vocación a un seguimiento. El Padre quiere un seguimiento total, como el del Hijo, que no se guardó nada. Quiere reproducir, en nosotros, la imagen de su Hijo. 
Somos el resplandor de la imagen de su Hijo. Respondiendo a esta invitación acompañada de una atracción interior, la persona llamada por el Padre se confía al amor de Dios y se consagra totalmente a Él y a su Designio salvador. El Padre es el que nos llama a ser partícipes con Jesús, por Él y en Él, de la obra de la Redención. Esta respuesta es personal y diaria, cada día el Padre vuelve a llamarnos, cada día el Padre pone sus ojos en nosotros, cada día vuelve a pedirnos el sí de nuestra consagración bautismal para, en nosotros, volver a ofrecer a Cristo al mundo. Ese llamado, que el Padre hace, exige de aquellos a los que ha elegido, una respuesta total. El Padre llama y no se le puede decir que no, deslumbra con su Amor. Esa es la experiencia íntima y fuerte que la persona experimenta ante el llamado del Padre.
En la mirada de Cristo, que es resplandor de la Gloria del Padre, se percibe la profundidad de un Amor eterno e infinito que toca las raíces del ser; Jesús nos mira con una mirada de eterno Amor. Si por la fe llegamos a captar esta gracia, que Dios quiere dar, esa mirada nos va a dejar desbordados humanamente. El santo es un “loco de amor” por el Señor, ya que no repara en cálculos humanos, el amor por Cristo es tan fuerte, que le hace hacer cosas audaces. Las hace porque Dios se lo pide; se  percibe, ahí, la profundidad del amor.   
El único modo de vivir el Evangelio es vivir según el estilo de Jesús. La práctica de los consejos evangélicos debe ser un modo, particularmente íntimo y fecundo, de participar en la misión de Cristo, siguiendo el ejemplo de María de Nazareth. El Padre nos ha llamado y Cristo nos ha invitado con su Mirada. Imitándolo seremos semejantes al Padre, esta es la obra del Espíritu Santo. El Espíritu, en nosotros plasma a Jesucristo, en su relación con el Padre y en su relación con el género humano. Dejándonos guiar por el Espíritu, iremos por el camino seguro de santificación.
Mensaje 177
Los pecadores que todavía no encontraron a Dios no encontraron la Luz, ni tampoco el Amor. Están desnutridos por la falta del verdadero alimento cristiano, están sedientos y no hacen nada por aplacar esa sed que sólo el Señor la calma. Hijos míos, escuchad vosotros todo lo que pone delante vuestro. Más lo obedecéis, más grande será su Gracia. Que la Santísima Trinidad cubra hoy vuestra necesidad espiritual. Amén. Amén. Hacedlo conocer.
Mensaje 792
Queridos míos: Es de vital importancia creer en Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, ya que la Santísima Trinidad es poderosa. Os bendigo, en el Nombre del Señor, a los que por  la fe creéis. Gloria a Dios.

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