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Catequesis Mariana desde San Nicolás: Por el Pbro. Carlos A. Pérez



Durante 10 años, todos los días 25 de cada mes en San Nicolás, se convoco a un grupo voluntario de Misioneros de diversos lugares del país, felizmente, por iniciativa de los propios laicos presentes en las reuniones, fueron grabadas las charlas que se dieron. Hoy contamos con esta catequesis que nos disponemos a ofrecer aquí a modo de entregas semanales para todos, peregrinos en general y misioneros en particular.


Cenáculo del primer sábado de octubre de 1993
Homilía de la Misa – Pbro. Carlos Pérez
En seguida Jesús salió y fue como de costumbre al monte de los Olivos, seguido de sus discípulos. Cuando llegaron, les dijo: "Oren, para no caer en la tentación". Después se alejó de ellos, más o menos a la distancia de un tiro de piedra, y puesto de rodillas, oraba; "Padre, si quieres, aleja de mí éste cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya". Entonces se le apareció un ángel del cielo que lo reconfortaba. En medio de la angustia, él oraba más intensamente, y su dolor era como gotas de sangre que corrían hasta el suelo. Después de orar se levantó, fue hacia donde estaban sus discípulos y los encontró adormecidos por la tristeza. Jesús les dijo: "¿Por qué están durmiendo? Levántense y oren para no caer en la tentación". (Lc 22, 39-46)
1. Queridos hermanos, estamos en este cenáculo de Octubre, el mes del Santo Rosario, el mes de las misiones, donde toda la Iglesia pone especial énfasis, en que adquiramos una renovada conciencia misionera; la Iglesia es, nos dice el Papa Juan Pablo II, esencialmente misionera. Todos en la Iglesia estamos llamados a ser anunciadores, proclamadores, de la Palabra del Señor, y el Rosario es un gran camino que tenemos en nuestras manos. Toda oración es el primer medio para ser misioneros. Porque la oración es la que nos va identificando con el Señor. No podemos predicar a aquel a quien no conocemos. La oración es el gran camino para conocer al Señor, para dejarnos instruir por Él, para dejarnos llenar de la infinita riqueza que el Señor tiene para darnos. El que reza se va haciendo amigo de Dios, podríamos decirlo así, va creciendo en amistad con Dios, va descubriendo la riqueza de la amistad que Dios le ofrece. Por eso suele hablar de Él con mucha claridad, porque lo conoce confidencialmente, lo conoce desde cerca, conoce del amigo lo que no conoce nadie, María nos habla de Jesús de una manera tan perfecta, porque llegó al nivel máximo de amistad que la Madre Santa puede llegar con su Hijo Santísimo.
2. El Rosario es un providencial instrumento, un arma poderosa, que la Virgen Santísima pone en nuestras manos. Jesús dice en el evangelio: "Cuando recen, no lo hagan para que los vean", recemos para que Dios nos vea. Por eso enciérrense en su habitación o donde sea, lo importante es que el corazón esté latiendo para Dios, cuando ustedes recen. Y dice: "no abunden en palabras", como si Dios no supiera lo que necesitan, abunden sí en amor. Y el amor es repetitivo de pocas palabras. El amor repite lo esencial, el amor repite aquello que no puede dejar de decirse: te quiero mucho. Y esto es el Rosario. Es repetir litánicamente las palabras del Ave María, la suprema oración del Padre Nuestro, el Gloria a la Santísima Trinidad, como respirando amor a Dios. Es una oración el Santo Rosario, por la cual vamos tocando el Corazón de Dios y de la Virgen con una actitud de profunda confianza y de profundo amor. Y no necesitamos decirle a Dios cosas nuevas, le decimos lo mismo pero cada vez lo repetimos con más intensidad, con más amor, con más profundidad. Las palabras dicen siempre lo mismo, pero el contenido del corazón, es capaz, si rezamos bien, de intensificar el contenido de esas palabras. El contenido afectivo de esas palabras.
3. El Rosario implica, además la recitación de las grandes oraciones que Jesús nos ha dejado, que el Arcángel Gabriel le dijo a María, con las que toda la Iglesia alaba al Padre y a la Trinidad Santísima. Habituarnos a respirar el Ave María como parte incesante de nuestra vida, es estar en una verdadera y continua contemplación de los misterios de la Redención. Es estar contemplando al Señor desde el Corazón Sagrado de María, es estar contemplando sus misterios como Ella los contempla y juntamente con Ella. María reza con nosotros cuando rezamos el Rosario. Nos hace incorporar en su corazón para alabar a Dios, en la suprema oración de la alabanza, para darle gracias por su infinito amor y su infinita grandeza, para pedirle perdón por nuestras culpas, y para pedirle todas las gracias que necesitamos y que incesantemente son exigidas por nuestra existencia humana, como un reclamo. El Señor quiere que le pidamos, que no tengamos temor de pedirle confiada y humildemente, condicionando todo a su Voluntad.
4. La oración del Santo Rosario hace que vayamos contemplando básicamente cuatro grandes estadios de los misterios de Cristo. El momento gozoso, el momento doloroso, su vida pública y la situación gloriosa, a partir de su Resurrección. Y a medida que nos vamos familiarizando con esa contemplación de los veinte misterios, los cuales tenemos que intentar, en lo posible, rezar cada día, vamos también descubriendo como nuestra vida, nuestros acontecimientos, nuestros gozos y dolores y nuestra esperanza del triunfo definitivo, van relacionándose con ese misterio contemplado. La luz que nos da cada uno de los misterios es perfectamente aplicable a nuestra vida. Cuando contemplamos por ejemplo la agonía de Jesús en el huerto, vemos, allí, que por sobre toda otra actitud, Jesús está en una docilidad plena a la voluntad del Padre. Esto es iluminador para cuando nosotros en circunstancias parecidas nos encontramos necesitados de optar por lo que más nos gustaría o por lo que Dios quiere. Así cuando contemplamos por ejemplo, el sí de María, en el gozo de Nazareth, esa actitud nos hace vivir esa necesidad de responderle siempre sí a Dios, que es el único que nos puede ofrecer el camino seguro. Cuando contemplamos el triunfo de Cristo Resucitado, nos llenamos de la esperanza de su triunfo, aun en medio de las situaciones duras del momento presente. Y a medida que vamos creciendo en la contemplación de los misterios del Rosario, cada uno de esos misterios va siendo una especie de linterna, que nos ilumina en nuestra vida en los momentos en que tenemos necesidad de esa luz, de ese misterio.
5. A la vez, en nuestra vida nosotros, cada vez que vivimos los distintos momentos existenciales frente a los demás hombres, frente a Dios, frente a nosotros mismos, vamos identificándonos con Jesucristo, y le ofrecemos nuestro gozo, nuestro dolor, y le ofrecemos la esperanza de nuestra definitiva victoria después de nuestra muerte, ganada ya en la tierra, por la gracia. El rezo del Santo Rosario se convierte para nosotros en la segura certeza de que el Señor nos pacifica; el Rosario nos pacifica, nos da claridad a la inteligencia, nos da serenidad al corazón, nos da apertura a la gracia. Cuantas veces frente a los problemas ordinarios de la vida, pensamos demasiado cómo llegar a resolverlos y caemos en la ansiedad, en la angustia. Tenemos que pensar que si en lugar de pensar tanto y angustiarnos tanto, rezamos más, cuánta mayor luz habrá en nosotros, cuanta mayor fortaleza recibiremos, para sobrellevar, lo que parece por momentos como insuperable. Cuanta falta de oración, hay a veces en estos momentos difíciles, justamente, porque la misma dificultad del momento hace que la oración sea más difícil. Sin embargo, si logramos vencer la dificultad del momento, orando más y orando mejor, veremos como todo se comienza a iluminar, a serenar, y tendremos la fortaleza de Dios para los momentos difíciles. La oración gradualmente va convirtiéndose en omnipotente en nosotros. Porque en ella Dios nos ofrece su infinito poder, para que queramos lo que Él quiere y para que podamos lo que nosotros nos podríamos por nuestras propias fuerzas.
6. El Rosario es el arma poderosa contra la tentación, contra el demonio, contra las insidias del adversario. Evidentemente que si estamos consagrados a la Virgen y cada vez más dispuestos a serle fieles, no nos va a dejar tranquilos el enemigo. Sin embargo, el Rosario es el arma poderosa que Ella pone en nuestras manos, para que no nos dejemos vencer por la incertidumbre, por las dudas, por esas inquietudes morbosas que el enemigo puede crear, por la tribulación en sus múltiples manifestaciones. El que reza, no peca realmente, porque tiene la fuerza de Dios y la luz del Señor en su corazón. Aunque esté por momentos zarandeado, como dice Jesús a San Pedro, por la violencia de la tentación, será más fuerte el Señor y su gracia en su vida, en su corazón, en su alma.
7. María nos invita de muchas maneras a esta oración. No tenemos más que recorrer las últimas grandes manifestaciones de María en Lourdes, en Fátima y aquí, en San Nicolás y ver como ella insiste y aparece con el Santo Rosario en las manos, ofreciéndonos el arma para llegar a vencer en toda batalla y además el vinculo que nos une a su Sagrado Corazón. Los Papas de este siglo pasado, comenzando por León XIII, con cuanta fuerza nos han hablado del Santo Rosario. "Mi oración preferida" la llama Juan Pablo II, quien a pesar de sus múltiples actividades, rezaba los quince misterios diarios. De cuántas maneras la Iglesia nos está mostrando este camino sencillo, pequeño, al alcance de todos, para que nos vayamos enamorando de esta oración, para que la vayamos ejercitando y la vayamos extendiendo a otros. Cómo podemos negar a los hermanos que la precisan, el servicio de anunciarles el valor de la oración.
8. Por otra parte, Jesús dice: "Donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, allí estoy Yo". La oración del Santo Rosario es especialmente importante, cuando la rezamos juntos, en familia, en pequeños cenáculos, en pequeños grupos de oración. Es la oración de la comunidad creyente, de la comunidad que alaba al Padre, como familia; démosle muchísima importancia a esta oración preferida por María.
9. En este mes de Octubre es útil recordar que la Iglesia nos ofrece la Indulgencia Plenaria, a todas las personas que recen, por lo menos los cinco misterios continuados en el templo, en el oratorio, en la capilla, donde cada uno pueda en grupo, en familia o por lo menos entre dos personas. Démosle importancia; a través de esta Indulgencia Plenaria, la Iglesia nos está diciendo el enorme valor de esta oración.
10. El que reza irá adquiriendo la sabiduría de Dios, el que no reza se queda con su pobre sabiduría humana, que está muy lejos de entender las cosas de Dios. El que reza va haciendo su corazón limpio y puro y solamente los limpios de corazón podrán ver a Dios.
11. Pidamos a la Santísima Virgen, la Pura y Limpia desde la Concepción, la que no conoció pecado, la que nos lleva, cada vez más, por su propio camino, que Ella haga que nuestro corazón no deje de amar nunca al Señor y por la oración continua vayamos creciendo en el Amor.
Hija mía: Quiero el crecimiento espiritual de todos mis hijos. Muchos son los que están gravemente enfermos espiritualmente porque no oran. La oración, preferentemente el rezo del Santo Rosario, hace que el alma crezca y vaya hacia Dios. No lo olvidéis, socorridos sois por Mí. Glorificado sea el Nombre de Dios. Hazlo conocer. Leed: Romanos C. 8, V. 26 3-9-89 – Mensaje 1701

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